Chingar
Jornada
Notas sobre nahuatlismos
Chingar. El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) registra chingar como proveniente del caló chingarár, “pelear”. Sin embargo, son tan abundantes los sentidos, los derivados y todas las acepciones consideradas como propias de América, que debería llevarnos a sospechar que quizá hay una base lingüística y cultural para explicarlos mejor. Juan Corominas lo destacó en su análisis y se abrió a esta posibilidad en varios momentos, sin llegar a aceptar el náhuatl como una de esas bases idiomáticas. Corominas cree firmemente que la voz es de origen jergal y que su “significado primitivo parece haber sido ‘pelear, reprender’, de donde ‘fastidiar, estropear’, probablemente del gitano chingarár, ‘pelear’, de origen índico; pero no todas las palabras castellanas en ching- derivan de este verbo, pues en América se mezclaron con ellas algunos radicales aborígenes”. Da como primera documentación la de Rufino Cuervo en 1867, que tiene el sentido de “llevarse un chasco”. Después de apuntar la variedad de acepciones en nuestros países iberoamericanos (incluye a Brasil), reconoce la posibilidad de “que el origen de todas estas varias acepciones puede hallarse en la de ‘fornicar’ que tiene chingar en el caló español y que es usual y callejera en el habla de Méjico”, conclusión que me parece infundada en el análisis etimológico que él presenta, pero que podría sustentarse si recurriéramos al náhuatl. Fundamenta, pues, el origen gitano de la voz como “disputa, riña, represión”, o como “pelear, reñir”, y aun como “guerra, combate”. Pero a pesar de su sólida argumentación tiene que reconocer lo siguiente: “En el caso de que la acepción ‘fornicar’ fuese la primitiva, puede pensarse también en un origen onomatopéyico”, recurso que considera posible si se comparara con el catalán popular fer zing-zing, lo cual, aunque hable bien de su orgullo como catalán, parece caprichoso, por decir lo menos, en su abigarrada exposición. Cubierto ya el expediente de la dialectología gitana, pasa a afirmar, sin embargo, que: “Por otra parte, es seguro que algunas de las voces son de procedencia americana aborigen”. Del quechua, acepta chinkána, para chingana, “taberna de gente baja, especie de burdel”, y chinkái, “perderse, desaparecer”, para chinga como “idea de haberse perdido o desaparecido algo”. Del araucano, acepta chingolo o chincol, “especie de gorrión”, y chingue o chiñe, “mofeta, zorrino”, vocablos empleados en Argentina y Chile. Ahora bien, al referirse a la acepción boliviana de chingo como “en cueros”, afirma que la voz “nos lleva”, sin explicar cómo atraviesa no sólo miles de kilómetros, sino decenas de idiomas, “hacia el centroamericano chingo, que en Costa Rica significa ‘corto de vestidos’,... ‘rabón, desnudo, en paños menores’, y en Honduras también ‘rabón’ y ‘corto de vestidos’”. Sin embargo, apunta que “Feraz, citado por Lenz, deriva estos sentidos del náhuatl tzinco, ‘desnudo’” (lo cual, ciertamente, es impropio), pero desecha tal posibilidad porque la voz no aparece en el vocabulario de fray Alonso de Molina y prefiere concluir que “será palabra de creación expresiva, pero no india”. Al final, añade, además de la anterior, dos notables incorrecciones más: afirma que Cecilio Robelo no recoge ese aztequismo y que el costarricense Carlos Gagini dice que tzinco es un sufijo y no una palabra en náhuatl. Tzinco no viene como tal en Molina, ciertamente, pero de ninguna manera podemos reducirlo a un sufijo en náhuatl (salvo en las toponimias); tampoco significa “desnudo”. Es una palabra compuesta por tzintli, “culo, ano” (que Molina registra como “el ojo del salvo honor”), y el sufijo locativo -co. Esto es, la palabra significa “en el culo”, pero su escritura como voz náhuatl y su pronunciación como nahuatlismo es atípica, según lo veremos. Tzintli aparece en numerosas voces compuestas, vigentes aún en el habla popular de México en muchas regiones del centro, sur, costas del Pacífico y del Golfo. Del siglo XIX resalta chinacate, aparente derivación natural de tzinácatl, murciélago, sentido que todavía tiene en el noroeste de México. Pero la voz tiene otro significado notable no sólo en nuestro tiempo, sino en el siglo XIX, como lo documentan diversos escritores y rimas populares. La voz chinacate deriva en verdad del náhuatl xinácatl, que significa desnudo. No registran la voz Molina ni Sahagún, pero su uso ha sido amplio en varias regiones. A principios del siglo XXI, por ejemplo, se le aplica en Milpa Alta a los niños que andan desnudos por la casa. También sigue viva la forma verbal toxinacahuizque, que significa literalmente “vamos a desnudarnos”, pero que se emplea todavía hoy como una forma eufónica para invitar a una mujer a hacer el amor. Joaquín García Icazbalceta registra chinacate como un individuo perteneciente a la chinaca, que a su vez define como “gente desarrapada”, indicando que se le dio este nombre “por desprecio a las guerrillas liberales o gavillas de gente de toda broza, no uniformada”. Registra chinaco, chinaca como “lo mismo que chinacate, y más usado. Todavía se aplican estos nombres a individuos de la misma hez del pueblo”... Eufemio Mendoza explicó que en la guerra de Independencia se dio el nombre de chinaco “a las partidas de insurgentes por su desnudez”. Féliz Ramos i Duarte agrega un uso más, que también registra Cecilio Robelo: pollo chinacate, o pollo nacatón, “el que desde su nacimiento está desplumado”. Robelo explica que chinacate proviene de tzintli, culo, nácatl, carne: “la carne del culo”. Robelo explica que a “los pollos chinacates, por estar desplumados en el anca, se les ve la carne del culo, y por esto los llaman también ‘culo de fuera’”. Agrega que también significa “gallo o pollo sin plumas” y en sentido figurado “hombre del pueblo bajo; lépero, pelado”. Simeón registra nacayocan como “nalga”, “lugar carnoso”, y actualmente en el náhuatl de Xochiatipan, Hidalgo, se le llama tzinacayo. Así resulta más claro el sentido de “gallo o pollo sin plumas en el ano” y, por extensión, “persona desarrapada o que muestra las carnes por lo raído de sus ropas”. Y esto explica el acortamiento de chinacate en chinaco, nombre despectivo que durante el siglo XIX aplicaron los conservadores a los guerrilleros o soldados de la Independencia y de la Reforma a causa de sus ropas raídas o rotas, datos útiles para que Corominas, si lo hubiera querido, pudiera haber explicado el sentido centroamericano de chingo como “corto de vestidos, rabón, desnudo, en paños menores”. Ahora bien, chinana es otra voz empleada desde la época de Molina para designar un supositorio en la cura de hemorroides. Todavía significa ahora en la zona de Milpa Alta agarrar a una mujer por el trasero o tener relaciones íntimas con ella; en Jalisco, es una broma de niños que consiste en golpear con violencia el ano con las palmas de las manos unidas. Chinana deriva de tzinana, de tzintli, ano, ana, tomar o agarrar. De aquí surgieron chinanar o chinanear como “tener relaciones sexuales” y aun “molestar o enfadar a alguien”. De estas dos últimas voces tenemos refranes populares. Mientras menos ganas, más chinanas, o sea, cuando menos desea alguien hacer una cosa, más lo requieren o acosan; también, cuando alguien está en situación precaria, se le multiplican las calamidades. Otro: Todas las chinanas son para mí, es decir, todas las molestias recaen en mi persona y no en los demás. Un refrán más contiene la voz chinanear: ¡No me estés chinaneando!, o sea, no me estés chingando, golpeando o fastidiando en el culo. Chinchayote es el vocablo que designa a la raíz comestible del chayote; por ello se forma de tzintli, “culo” o, en este caso, “base”, y cháyotl, chayote. Se llama chincual o chincualo al sarpullido en los muslos y alrededor del ano de los niños recién nacidos; por extensión, al entusiasmo o excitación en los jóvenes por asistir a una fiesta; usado como plural, se aplica a un grupo de niños traviesos. Proviene de tzintli, ano, y qualo, pasivo de comer, ser comido. De esta voz contamos también con refranes populares. No le curaron el chincual, alude a la persona inquieta y que gusta de andar en fiestas. Traer el chincual o estar enchincualado se dice de quien tiene una inquietud o está muy alborotado por algo. Los derivados chincualudo y chincualuda significan “muchacho inquieto o travieso” y “mujer coqueta”. Todavía se llama chincuete en el centro y sur de México a la manta que se enredan las mujeres a manera de falda y que se ciñe con una faja en la cintura; etimológicamente significa la “falda del trasero”, de tzintli, ano, y cueitl, falda. En la sierra de Puebla se llama tzintatapahtli al pañal, de tzintli, ano, y tatapahtli, tela, o en otras regiones del centro de México, trapo, harapo, y en Molina “manta gruesa remendada”. Por otro lado (o quizás debo decir, en la misma dirección), chintamal es un viejo vocablo para las nalgas o el trasero, pues se les considera, regocijadamente, “los tamales del culo”, de tzintli, ano, y tamalli, tamal. Todavía se conoce en muchos sitios como chintatlahua a la araña también llamada viuda negra o capulina (Latrodectus mactans), porque tiene un dibujo rojo ventral en forma de reloj de arena. De ahí que el nombre se componga de tzintli, ano, tlatlauhqui, rojo, y la partícula posesiva -hua: “la que tiene el culo rojo”. Por último, machincuepa, que es una maroma o voltereta, proviene de maitl, mano, tzintli, ano, y cuepa, voltear o dar vuelta; esto es “voltear o darle vuelta al culo”. Estas “Notas” sobre la palabra chingar concluirán mañana Texto del escritor, ensayista y traductor incluido en el Diccionario del náhuatl en el español de México, coordinado por el autor, que se presentará el 12 de octubre en el contexto de la Feria del Libro de la Ciudad de México |