Cuando alrededor de 1970 Estados Unidos se percató por vez primera de que su dominación hegemónica era amenazada por la creciente fuerza económica (y por ende geopolítica) de Europa occidental y Japón, cambió su postura, buscando evitar que asumieran una posición demasiado independiente en los asuntos mundiales.
Estados Unidos dijo, en efecto, aunque no con palabras: hasta ahora los hemos tratado como satélites, les hemos requerido que nos sigan sin cuestionamiento alguno en la escena mundial. Pero ahora son ustedes más fuertes. Así que los invitamos a ser socios, socios menores, que tomarán parte con nosotros en la toma de decisiones colectiva, siempre y cuando no se alejen demasiado por cuenta propia. Esta nueva política estadunidense se institucionalizó de múltiples maneras –notablemente con la creación del G-7, el establecimiento de la Comisión Trilateral y la invención del Foro Mundial Económico de Davos como espacio de encuentro de la amigable
elite mundial.
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