¿Y quién nos protege de los supuestos pragmáticos?Se decía antiguamente, en el apogeo del priísmo, que las instituciones eran dirigidas por hombres (y a veces mujeres), no por santos. Esa era la entrada clásica para justificar oportunismo y corrupción. Hoy, en la decadencia de un sistema que se resiste a morir, se vuelve a ese argumento mortuorio sobre las virtudes de un supuesto pragmatismo. Curiosamente, ayer me encontré con una frase similar en la espléndida obra de Roger Crane La última confesión, en un teatro de Londres. Se trata de la serie de conjeturas que llevaron a suponer que Juan Pablo I fue asesinado por otros miembros de la curia. Pero la verdadera figura es el macbethiano cardenal Benelli, quien, siendo líder del ala progresista en el cónclave para elegir al nuevo papa tras la muerte de Paulo VI, prefiere -antes que aceptar él mismo ser papa- apoyar a un cardenal desconocido, pero bueno y capaz de sacudirse una burocracia que dañaba el prestigio de la Iglesia. No me interesa discutir ahora la exactitud histórica de esos eventos, sino referirme a la línea argumental de la pieza. Treinta y tres días después de haber nombrado papa se repite el cónclave, con todo lo que tiene de tenebra, grilla y golpes bajos. A Benelli, claro líder de la mayoría progresista, le faltan cinco votos para amarrar el papado. Los conservadores tienen con el cardenal Felici 30 votos para bloquear cualquier solución. Los conservadores saben que no ganarán. Buscan entonces a un cardenal polaco para concitar el apoyo de los no italianos. Aparece el cardenal Wojtyla, que sólo cuenta con el apoyo de los cardenales austriacos y alemanes pastoreados por el cardenal Raztinger. Benelli cede para preservar la integridad de la Iglesia. Benelli con Ottaviani también había presidido una comisión para investigar el presunto asesinato de Juan Pablo I. La evidencia, sin ser concluyente, había arrojado serias sospechas sobre un complot. Deciden, empero, cerrar la investigación, nuevamente para preservar la Iglesia. Finalmente, confesándose ante Wojtyla, ya ungido Juan Pablo II, le advierte que hará publicar una confesión pública con los resultados de la investigación. Al final quema su confesión. En tres ocasiones Benelli actúa en la misma dirección: reprime sus convicciones para preservar instituciones; en este caso, la Iglesia católica. La pregunta decisiva es: ¿vale la pena hacerlo cuando los actores políticos que animan esas instituciones son unos pillos y se dedican a torcer la honorabilidad de las mismas? Las instituciones son reglas del juego que legitiman los ciudadanos, pero implementan sobre la base de su credibilidad, los propios actores políticos. Cuando éstos fallan y se corrompen, ¿acaso no se dañan también las instituciones? Unos creen que para purificarse hay que caer en el abismo de los pecados mayores. Otros creen que para transformar la realidad primero hay que agudizar las contradicciones. Otros más no piensan, sólo enredan más las cosas. Sospecho que deben de estar deleitándose con la situación actual en México. Me recuerdan una película del agente 007. "Soy muy buena", dice una Halle Berry casi desnuda al tiempo que se zambulle en una montaña de diamantes. Pierce Brosnan, personificando al legendario James Bond, le contesta: "Especialmente cuando eres mala". Así parece que pasa en el mundo de los políticos y de los medios masivos de comunicación: hay una especie de gozo salvaje cada vez que las cosas empeoran para el país. La actual coyuntura se caracteriza porque no existe ninguna fuerza claramente mayoritaria en la escena política ni tampoco ninguna fuerza hegemónica en el terreno discursivo. En el terreno político, las tres fuerzas principales, al no contar con una mayoría clara ni en las instituciones representativas ni en el ámbito de la sociedad -sea opinión pública, sean expresiones sociales- tienden a inmovilizarse. En ese contexto, cobran relevancia cuatro hechos políticos recientes: el caso Zhenli Ye Gon, los bombazos del EPR, el conflicto larvado de Oaxaca que vuelve a resurgir en la opinión pública y el empantanamiento de la reforma fiscal. ¿Qué tienen en común? El rasgo más evidente es la poca capacidad de respuesta de la clase dirigente. Respuestas a medias, confusiones y abiertas contradicciones. Mal posicionamento táctico y ausencia de planteamiento estratégico. El otro rasgo, no menos expresivo del momento actual, es el clima de profunda desconfianza política, que prohíja versiones y especulaciones carentes de una perspectiva mayor. La tragedia mayor la contemplamos en Oaxaca. La clase política mexicana no quiere desde hace varios años enfrentar los problemas cruciales del país. En su accionar político aparece inscrita una ominosa consigna: resolver los conflictos por ausencia. Dejar que las cosas se pudran. En efecto, la convivencia se pudre y se deteriora, como está ocurriendo en Oaxaca. Eludir enfrentar el verdadero conflicto, que comienza por reconocer que el Ejecutivo estatal no puede ni podrá gobernar, sólo agravará la situación en esa entidad, pero también -no quepa la menor duda- deteriorará el tejido social del país. Para eso no se necesitan bombazos, aunque son sin duda premonitorios. Como toda violencia, deteriora nuestra frágil democracia. Vuelvo otra vez a la pieza de teatro La última confesión, entre el cardenal Benelli y el papa Juan Pablo II. Este dice al primero que no hay nada malo en el uso del poder en nombre de Dios. Benelli le contesta: "estoy hablando de orgullo, de extrema arrogancia; la creencia de que uno puede moldear la historia conforme sus propios designios". El confesor -el papa Juan Pablo II- le responde: "hacer lo que está bien, no está mal; la Iglesia de Cristo necesita ser protegida". Benelli reacciona: "¿y quién protege a su gente de la Iglesia?" |
Sin crisis, pero igual a 1995
Doce años después, de nuevo en el sitio 19... de 19 posibles
Cuba y su economía
Triste perspectiva que para la economía mexicana en 2007 y, eventualmente, años subsiguientes, vislumbran organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Económica para América Latina (Cepal). Cuando esto sucedía en tiempos del "cambio", Vicente Fox se apresuraba a decir que "no hay que hacerles caso, porque son cifras preliminares", aunque la realidad y el tiempo rápidamente lo desmentían. Ahora, en plena "continuidad", el actual inquilino de Los Pinos ni siquiera ese pretexto utiliza.
Lo cierto es que, tras la divulgación de los documentos Actualización sobre las perspectivas económicas mundiales del FMI y el Estudio económico 2006-2007 de la Cepal, el miércoles y el jueves pasados, respectivamente, y luego de revisar la estadística latinoamericana, la conclusión es por demás alarmante: en 1990, en plena "modernidad" y con "un pie en el primer mundo" (Salinas dixit), el crecimiento de la economía mexicana ocupó el tercer lugar regional entre los 19 países considerados; en 2007, la perspectiva la ubica en el escalón 19, de igual número de posibilidades. Una caída de 16 escalones en el periodo, a razón, casi, de uno por año, cuyos efectos todos padecemos.
En el periodo considerado (1990-2007), sólo en una ocasión la economía mexicana ocupó el escalón número 19 en el contexto latinoamericano: en 1995, cuando, en pleno crack del sistema financiero, el producto interno bruto (PIB) se desplomó 6.2 por ciento, el más pronunciado desde 1932 (con Pascual Ortiz Rubio, el nopalito, en Los Pinos), cuando la caída fue de 14.83 por ciento, y equiparable al de 1930 (con Emilio Portes Gil, como interino, en el mismo sitio), de 6.56 por ciento.
Doce años después, aparentemente sin crisis ni devaluaciones, ni problemas de deuda, con cientos de "reformas estructurales" realizadas, bancos extranjerizados, economía privatizada, miles de millones de dólares acumulados en reservas internacionales, inflación "controlada", déficit cero, un "cambio", una "continuidad" y tantas otras bellezas macroeconómicas, la mejor perspectiva que tiene la economía mexicana es volver a ocupar el escalón número 19, entre 19 posibles.
Los peores momentos económicos que ha vivido el país desde finales del siglo XIX a la fecha, de acuerdo con la estadística oficial (INEGI) son los siguientes (todos los porcentajes indican desplomes en el PIB): (Porfirio Díaz) 1899, 5 por ciento; 1902 (ídem), 7.23; (Venustiano Carranza) 1914, 10, y los ya citados.
A pesar de todo y con el estallido social en la puerta, la tasa anual promedio de crecimiento en el país en los últimos seis años de Porfirio Díaz como presidente fue de 3.18 por ciento, y de 2.85 por ciento en el caso de Carranza, en medio de la convulsión y Tlaxcalantongo. Ahora, en pleno siglo XXI, en "plena paz social" y con el "tesoro" macroeconómico garantizado, dicha tasa a duras penas llegó a 2.3 por ciento con Fox. Y con Felipe Calderón la perspectiva no se modifica.
En el sexenio salinista, la ubicación fue la siguiente: 1990, escalón número tres; 1991, 8; 1992, 12; 1993, 15; 1994, ocho. Y la realidad pasó la factura, porque con Ernesto Zedillo, en 1995, año del crack, cayó a la posición número 19; en 1996 subió al lugar cuatro, 1997 y 1998, cinco; 1999, siete, y en el cierre sexenal una proeza: medalla de plata, en segunda posición latinoamericana.
Llegó el "cambio", durante el cual la "mejor" posición que logró la economía mexicana en el contexto latinoamericano fue en 2006, cuando se colocó en el escalón número 11, de 19 posibles. Por año de gobierno, el ranking registrado fue: 2001, posición número 12; 2002 y 2003, 15; 2004, 13; 2005, 15 y 2006, 11.
Toca el turno a la "continuidad", que se estrena con la peor posición posible en América Latina, la número 19, exactamente la misma que la economía mexicana obtuvo en 1995, pero ahora sin crisis ni pretexto.
Las rebanadas del pastel
En otro orden, la Cepal divulgó información actualizada de la economía cubana, y en este sentido, de acuerdo con la Oficina Nacional de Estadística, el crecimiento en 2006 fue de 12.5 por ciento, similar a la del incremento del PIB per cápita dado el estancamiento de la población en el año. El déficit fiscal equivalió a 3.2 por ciento del PIB, un punto porcentual menos que en 2005. La inflación hasta diciembre se elevó dos puntos porcentuales en comparación con 2005, a 5.7 por ciento. El desempleo abierto permaneció bajo y registró la misma tasa del año anterior, 1.9 por ciento. Según las cifras de cuentas nacionales, el volumen exportado de bienes y servicios ascendió solamente 1.1 por ciento, en contraste con 2005, en el que 45.9 por ciento de incremento de las ventas externas representó el principal impulso al crecimiento. En consecuencia, habría sido predominante el papel de la demanda interna, atribuible a la inversión pública y el consumo privado. Este último presentó una pronunciada expansión, imputable en buena medida a los incrementos de salarios y pensiones de finales de 2005. Las ramas de actividad más dinámicas fueron la construcción y el comercio. En contraste, algunos sectores clave mostraron un bajo ritmo de crecimiento (industria manufacturera) o contracción (agricultura). El aumento de los precios internos reflejó las dificultades en el suministro de ciertos productos. Para 2007, el gobierno estima 10 por ciento de crecimiento, impulsado por un aumento de la inversión cercano a 22 por ciento -principalmente en construcción-, repunte del volumen exportado de bienes y servicios de 8 por ciento y disminución del volumen importado de bienes y servicios de uno por ciento. En el transcurso del año se continuaría con la restructuración del sector energético para lograr un uso más racional de los recursos, se haría hincapié en la construcción de viviendas y se procurará revitalizar el sector agrícola. Las autoridades esperan incrementar y fortalecer las relaciones bilaterales con Venezuela y China.