Productos tóxicos en tu lapiz de labios....
Proyecto Censurado 2008/09 (IV)
Europa rechaza productos tóxicos de Estados Unidos
Scientific American/Democracy Now/Environmental Defense Fund
La desregulación de sustancias tóxicas en EEUU, tales como el mercurio en lápices labiales y los ftalatos (interruptores endocrinos) utilizados en electrónica y juguetes para bebés, no sólo puede traer consecuencias desastrosas para la salud de los estadounidenses, sino también a su posición económica y política en el mundo. Los mercados internacionales hoy se mueven hacia un nuevo modelo europeo que privilegia la seguridad del consumidor y del medio ambiente. Europa promueve una revolución en las exigencias de regulación química para miles de sustancias que finalmente se están evaluando según sus efectos potencialmente tóxicos sobre los seres humanos y el medio ambiente, marcando así el fin de la capacidad de la industria estadounidense de ocultar al público información clave sobre sus productos.
Europa puso en marcha nuevas regulaciones rigurosas y obligatorias para las corporaciones que buscan acceder a sus lucrativos mercados, a fin de que eliminen sustancias tóxicas y ofrezcan seguridad en sus manufacturas electrónicas, automóviles, juguetes y cosméticos.
Las sustancias químicas peligrosas han sido identificadas en una ley europea que registra, evalúa, autoriza y restringe los productos químicos (en inglés, “European Union’s 2007 Registration, Evaluation, Authorization and Restriction of Chemicals”, REACH), legislación que somete a control a todas las sustancias químicas vendidas en la Unión Europea (UE) en cantidades superiores a una tonelada métrica por año.
Cientos de compañías localizadas en EEUU producen o importan centenares de sustancias químicas señaladas como peligrosas por la Unión Europea. Enormes cantidades de estos productos químicos se elaboran en 37 estados, y hasta en 87 sitios por estado, según el bioquímico Richard Denison, del Fondo para la Defensa Ambiental, autor del informe “A través del charco: REACH asesta el primer gran impacto en las corporaciones y la industria química de EEUU”.
De las 267 sustancias químicas potencialmente incluidas en la lista REACH, compiladas por la Secretaría Química Internacional en Suecia, sólo la mitad nunca ha sido probada por la Agencia de Protección Ambiental (EPA, en inglés) de EEUU y solamente dos están de alguna forma reguladas por las leyes estadounidenses.
Mark Schapiro, autor de “Expuesto: La química tóxica de productos diarios y qué está en juego para el poder estadounidense”, escribió que, según la misma EPA, apenas el 5% de todas las sustancias químicas de EEUU ha sido sometido a una prueba mínima de toxicidad o consecuencias para el medio ambiente. Investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Berkeley-California estimaron que más de 19 mil millones de kilos de sustancias químicas ingresan cada día al mercado del comercio estadounidense. Menos de 500 de esas sustancias han sido sometidas a alguna experimentación para evaluar sustantivamente sus riesgos, según un informe elaborado por la escuela universitaria del estado de California.
Corrupción mata mercados
Durante la última década, la industria química ha sido la segunda o tercera fuerza más grande de lobby en el Congreso, según el Centro para una Política Responsable. Entre 1996 y 2006, la industria contribuyó con 35 millones de dólares a las campañas electorales federales y pagó entre 2 y 5 millones cada año a los cabilderos de Washington. Las corporaciones químicas también entregaron una cantidad significativa de dinero al cabildeo a nivel de los 50 estados. Por lo tanto, los nuevos requisitos de la EPA incluyen los “costos de la industria” en la determinación de si una sustancia presenta una “amenaza irrazonable para la salud pública” y la imposición de una “regulación menos dura” a la industria.
La desnaturalización de la EPA, de la Agencia de Medicamentos y Alimentos (FDA, por su sigla en inglés) y la promiscuidad con las agencias reguladoras permitió que las corporaciones químicas de EEUU conquistaran un estatus de no-responsabilidad. La consecuencia es que los productos estadounidenses se observan cada vez con más desconfianza en el mercado global.