Está usted equivocado, señor Felipe Calderón
La migración, como usted señaló, señor Felipe Calderón, ante integrantes del Consejo Consultivo del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, no es ni un "fenómeno natural" ni es "inevitable", y mucho menos la solución es hacer un "exhorto firme y respetuoso al Congreso de Estados Unidos para que resuelva pronto una reforma migratoria". Este tipo de posiciones son algunos de los graves problemas que enfrentan nuestros migrantes, pues suponen un gran desconocimiento de los funcionarios del más alto nivel de nuestro país y, lo que es peor, con esas visiones se cae en la aceptación sin más de una situación que afecta a millones de seres humanos en nuestro país, al dar por sentado que "migración es destino".
En primer lugar, el fenómeno migratorio no es natural, sino producto de las contradicciones y de las graves desigualdades que genera el sistema capitalista. El polo receptor, por su parte, requiere de una fuerza de trabajo extranjera que pueda ser movilizada hacia aquellos sectores que le permitan manejar su mercado de trabajo e incrementar los niveles de ganancia y competitividad. Esto, en parte, porque sus contingentes laborales internos son insuficientes, ya sea porque sus tasas de natalidad son extraordinariamente bajas y, por tanto, suponen problemas en la reproducción de su población económicamente activa, o porque requiere incrementar los niveles de educación de su propia población. Este es un aspecto fundamental, pues Estados Unidos, lamentablemente no nuestro país, tiene como una de sus prioridades incrementar el personal altamente capacitado dedicado a la ciencia y a la tecnología, porque sabe que la economía del conocimiento hace la diferencia entre naciones desarrolladas o no. Por eso, aquel país capta no sólo una fuerza de trabajo sin calificación, para la cual hay toda una serie de obstáculos, pues así logra hacerla más vulnerable, y por ello más explotable, sino a profesionales altamente capacitados para quienes por supuesto prácticamente no hay barreras, lo cual resulta lamentable para nosotros, pues estamos perdiendo nuestro escaso capital social.
Por otra parte, señor Calderón, la migración sí es evitable, siempre y cuando el país expulsor decida de una vez por todas cambiar tanto su política económica como su agenda internacional. Es decir, en lugar de "suplicar" a Estados Unidos que por favor trate bien a nuestros connacionales, lo cual sin duda es necesario, habría que adoptar la agenda de los países que abogan por un comercio mundial de reglas justas y universales, como hace Brasil, por ejemplo, y otros países latinoamericanos. Joseph Stiglitz señala que el subsidio de Estados Unidos a los productores de algodón reduce a tal grado los precios mundiales que los campesinos africanos pierden más de 350 millones de dólares al año, más que el presupuesto total de ayuda estadunidense a esas áreas. Por lo que puede afirmarse, siguiendo a Stephen Castles, que si las restricciones comerciales de las naciones ricas implican mayores costos que lo que reciben como ayuda los países en desarrollo, esto se convierte en una de las principales causas de la migración mundial. La migración entonces es evitable, pues depende no sólo de lo que el gobierno considere prioritario para luchar por ello, sino de las alianzas que hagan a escala internacional para buscar nuevos destinos.
La búsqueda de una reforma migratoria, desde el escritorio, pidiendo "a los partidos Demócrata y Republicano representados en el Congreso estadunidense, reconocer los derechos de los mexicanos que ya se han ganado a pulso, con sangre, sudor y lágrimas, un lugar en la economía y en la sociedad de ese país", si no viene acompañada de una labor de tipo consular amplia que involucre a los medios de comunicación, promueva debates a todos los niveles, hable con los sindicatos -que por fin muestran una afinidad con los migrantes, porque saben que el enemigo "está en casa" y no en el exterior- y active la participación del actor principal: los migrantes, todo quedará en "agua de borrajas".
Finalmente, lo importante es convencer y convencerse de que una reforma migratoria no puede ser unilateral; debe ser superada la visión de que se trata de un asunto doméstico. Por su propia naturaleza se trata de algo que debe ser acordado en forma bilateral, pues son dos los países involucrados; de lo contrario, no será una reforma migratoria, sino una "soga en el cuello".