Indigna al país europeo portada de Time que anuncia la muerte de la cultura gala
Arquitectos triunfan en el mundo; surgen ídolos en la música pop y el cine logra sacudirse influencia de Hollywood
Los subsidios al sector evitan la invasión de ideas estadunidenses
Ampliar la imagen Muestra del arte francés cuando marcaba época: Las grandes bañistas, de Pierre-Auguste Renoir. El cuadro se encuentra en el Museo de Arte de Filadelfia Foto: Archivo
¿Adónde se fueron todos los Sartres y las Piafs? ¿Quién es el nuevo Cézanne? Marcel Marceau ha muerto. Hasta Johnny Halliday, a sus 64 años, ha anunciado que se retira de sus apariciones en escena con pantalones pegados y brillantes (a partir de 2009).
La revista Time ha causado indignación en Francia al publicar un obituario, en la primera plana de su edición europea, en el que anuncia la “muerte de la cultura francesa”. Pese a las enormes sumas de dinero público invertidas en subsidios para el arte, y a una feroz campaña diplomática para proteger la “excepción cultural” francesa, Time proclama que “la patria de Proust, Monet, Piaf y Truffaut” ha “perdido su estatus de superpotencia cultural”.
Se trata de uno de los viejos temas cíclicos que son favoritos de los periodistas extranjeros, como la prevalencia de caca de perro en las calles de París y la decadencia del arte francés de hacer el amor. Yo mismo escribí algo similar sobre el derrumbe de la creatividad francesa la primera vez que fui a París, hace 11 años. Estaba equivocado, pero no del todo. Hoy día, Time está equivocada, pero no del todo.
Si alguna noticia debe difundirse, es el renacimiento de la creatividad artística francesa en muchos campos, desde la arquitectura y el pop hasta la música clásica y el cine.
Johnny Hallyday ya no es, como cree Time, el único intérprete pop francés al que los jóvenes de otros países han oído mencionar. En realidad, Johnny siempre fue tomado a broma fuera del mundo francófono. No ocurre así con Daft Punk, Stardust, Etienne de Crécy o Mojo, líderes del movimiento house, que gozan de respeto internacional. Arquitectos franceses ganan aclamación de Pekín a Hollywood. Jean Nouvel está por construir una nueva torre de vidrio en Manhattan. El futuro museo del cine, en Hollywood, fue diseñado por Christian de Portzamparc.
El cine francés, objeto de tantas burlas, en realidad pasa por un periodo de relativa aclamación internacional, desde Amélie y La marcha de los pingüinos hasta la cinta biográfica de Edith Piaf, La vie en rose. Puede que la literatura francesa se encuentre en relativo marasmo, pero el novelista satírico Michel Houellebecq (Las partículas elementales, Plataforma) es el primer autor francés en muchos años que ha cosechado seguidores en el extranjero.
La escena de las artes plásticas en Francia va aún muy a la zaga de la de Londres y, sobre todo, la de Nueva York, pero el argelino Adel Abdessemed, radicado en París, es una estrella es ascenso.
En parte, el artículo en Time presenta un argumento cíclico. Francia, dice, solía exportar sus valores por conducto de superestrellas culturales como Monet, Sartre o Piaf. Pese a todos sus esfuerzos por proteger o subsidiar su herencia y sus industrias culturales, la voz de Francia apenas se escucha hoy día. La cultura internacional está dominada por el mundo anglosajón y por la lengua inglesa.
Eso suena como a un vocero de Tesco quejándose de que las tiendas de la esquina ya no son lo que eran. Como observó Didier Jacob en Le Nouvel Observateur, buena parte del artículo está basado en una definición caricaturesca y trasatlántica de la cultura francesa, antigua y nueva. “Podría reducirse a una fórmula algebraica: De Gaulle + Sartre + la baguette + los senos de Sophie Marceau = cultura francesa”.
En realidad, los subsidios políticos no llevan la intención de que Francia sea una superpotencia cultural. Su objetivo primordial es evitar que la cultura francesa sea absorbida por la estadunidense en el interior de Francia.
Se puede discutir en un sentido u otro si los subsidios están bien empleados, pero el hecho es que Francia –a diferencia de Italia, Alemania o Gran Bretaña– cuenta aún con una industria cinematográfica capaz de crear thrillers, cintas cómicas o románticas con sello nacional. Podrán ser buenas, malas o indiferentes, pero al menos son francesas. La industria fílmica británica, en cambio, es en su mayor parte una sucursal de Hollywood.
Como quiera que sea, Time no está errada del todo. Existen grandes lagunas en la creatividad contemporánea de una nación que alguna vez llevó la voz cantante en convencer al mundo de mirarse en nuevas formas. La televisión es un páramo de creatividad. La escritura de ficción está atorada en su mayor parte en una abstracción excesivamente intelectualizada, concentrada en sí misma, más que en contar historias.
Durante muchos años, la creativa Francia parecía aislada del mundo moderno. Era como si los artistas dijeran, si los estadunidenses van a dominar, nosotros miraremos hacia adentro, o hacia atrás.
Ese aislamiento se está rompiendo. Existe una nueva generación de directores cinematográficos franceses que están preparados para tomar lo mejor de Hollywood y hacer filmes que sólo pueden ser franceses. En la música y las artes plásticas, existe una nueva generación que traspasa las fronteras globales en forma claramente francesa.
Aún esperamos, cierto, un Flaubert o Proust contemporáneo, pero, ¿cuántos Tolstois tienen los rusos? ¿Cuántos Melvilles hay en Estados Unidos? Sin embargo, hace mucho que falta un gran escritor francés contemporáneo. Va una apuesta: cuando él o ella surjan, su nombre será algo así como Ahmed o Rachida.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya