El primero de diciembre del año pasado una administración sin la legitimidad necesaria tomó posesión. Las expectativas eran encontradas. A diferencia de lo que le ocurrió al primer gobierno panista, que arrancó en un momento en que la economía mundial se encontraba en recesión, en 2006 la expansión iniciada en 2003 no solamente se mantenía, sino que parecía consolidarse y aumentar de intensidad. Esta expansión estaba sostenida en economías en desarrollo que habían venido creciendo a una tasa de 6.6 por ciento anual, mientras que la economía mundial lo hacía a 3.5. América Latina, por su parte, aprovechaba la favorable coyuntura creciendo anualmente a 4.4.
A finales de 2006, México enfrentaba un entorno claramente favorable, lo que junto con precios del petróleo al alza y un flujo de remesas creciente abría posibilidades de que el mediocre ritmo de crecimiento logrado pudiera dinamizarse, generando condiciones para que los resultados de esa expansión se distribuyeran con una orientación social. Por ello a los grandes grupos empresariales les parecía que, incluso un nuevo gobierno tan incompetente como el anterior, podría ganar la aceptación social necesaria para gobernar. Sus expectativas eran positivas.
Para otros, en cambio, el país requería urgentemente modificar la estrategia económica seguida desde 1983, que no había logrado que creciéramos a ritmos altos y sostenidos, como ofrecieron sus pregoneros, exacerbando, en cambio, la concentración del ingreso y del poder. Sostenían que un nuevo gobierno neoliberal sería incapaz de proponer los cambios indispensables para crear un dinamismo económico virtuoso y redistributivo. Se reconocían las posibilidades que ofrecía el entorno, pero no había confianza en que la quinta administración neoliberal pudiera lograr los resultados deseables. Consecuentemente sus expectativas eran pesimistas.
Un año después es posible afirmar que los pesimistas tenían razón. La economía mexicana crecerá este año 3 por ciento, en tanto la economía mundial lo hará a 5.2 y América Latina en conjunto logrará un 5. De modo que otro año más nuestra significación y contribución será menor. Ello da cuenta de una creciente pérdida de importancia en la dinámica regional y, por supuesto, en la internacional. Da cuenta, asimismo, de la incapacidad de las administraciones federales panistas para aprovechar condiciones excepcionales del mercado mundial y petrolero, así como de la responsabilidad de nuestros migrantes con sus familias.
Pese a precios récord, los ingresos por exportaciones de crudo en enero-octubre fueron de 29 mil 627 millones de dólares, prácticamente iguales a los de 2006, por la contracción en los volúmenes exportados, lo que acredita la disminución de las capacidades de extracción, síntoma inequívoco de un funcionamiento que se acerca cada vez más a condiciones críticas. Las remesas, por su parte, a pesar de las crecientes restricciones migratorias y a la contracción en la construcción de casas nuevas, no sólo se han mantenido, sino que han crecido ligeramente, alcanzando en los primeros nueve meses del año en curso un monto de 18 mil 198 millones de dólares.
Estas entradas extraordinarias de divisas han favorecido el crecimiento del consumo privado y, desde luego, han dado márgenes de maniobra al manejo de las finanzas públicas. Sin embargo, no han servido para que el gasto público dinamizara el funcionamiento económico. Por el contrario, las finanzas públicas siguen estando presas de un gasto corriente que no ha logrado mantenerse constante, pese a las medidas anunciadas estridentemente a principios de año. Además, los grandes grupos monopólicos siguen apropiándose del crecimiento económico, sin que el Estado incorpore siquiera su preocupación por controlarlos.
Así las cosas, el primer año de Calderón no es sino el año 25 de un proyecto económico que no ha rendido los frutos anunciados. De un proyecto que redujo sustancialmente la capacidad del Estado para intervenir en la vida económica, alegando que al liberar los mercados se generaría un proceso expansivo virtuoso que, con el tiempo, mejoraría la distribución del ingreso nacional.
La realidad es que México cada año es menos importante a nivel mundial, menos útil a la región latinoamericana y, peor aún, incapaz de cumplir con su cometido esencial: mejorar las condiciones de vida de la población, disminuyendo la pobreza en el país e incorporando a toda la población al desarrollo. Ése es, sin ambages, el saldo del primer año de gobierno de Calderón. Lo grave es que en los cinco años siguientes el saldo será seguramente el mismo