Posan para el fotógrafo estadunidense unas 19 mil personas, es su obra más concurrida
No trabajo para lograr récords, señala; en septiembre habrá una exposición en el MUCA
MERRY MACMASTERS
¿Alguien tiene una toalla?, preguntó un sudoroso Spencer Tunick antes de dedicarle "cinco minutos" a la prensa, acordados de antemano, al término de su instalación masiva de desnudos en el Zócalo que, al reunir a alrededor de 19 mil personas, rompió récords, aunque después se dijo que de eso no se trataba.
"Acuérdense -explicó-, que le he dedicado mucha atención a la prensa. Ahora, mi corazón está con los participantes, así que voy a reunirme con mis colaboradores."
Antes de regresar a la Plaza de la Constitución, Tunick dijo no saber con exactitud cuánta gente acudió a su llamado: "Eso reitera que no trabajo con récords, sólo creo formas con cuerpos humanos. Se trata de una abstracción, un performance, una instalación.
"De manera que no me importa cuánta gente haya asistido. Lo único que sé es que llené el espacio que quería llenar. Hice mi arte y fue maravilloso". En todo momento, sin embargo, se habló de rebasar la cifra de 7 mil personas alcanzada en Barcelona. Inclusive, el viernes pasado Tunick comentó que México podría ser su obra "más grande" hasta el momento.
Ya encarrerado, Tunick pidió mirar hacia el sur, "desde Estados Unidos hacia la ciudad de México, para ver cómo un país puede ser libre y tratar el cuerpo desnudo, no como pornografía, no como un crimen, sino con alegría y cariño.
"También quiero que Europa vea hacia Occidente. Hay algo que pasa en la ciudad de México, es cultural, va a explotar, será grandioso. Las más grandes y novedosas cosas puedan salir de aquí. Su gente es la más cálida y de gran corazón. Para mi el corazón de Latinoamérica ahora es México."
Dedicó su instalación no sólo a los participantes, sino a "todos los artistas mexicanos que he conocido en la feria de arte Maco y alrededor de la ciudad".
La última toma, surgida de manera espontánea con sólo las mujeres, produjo una especie de enfrentamiento. Con los hombres libres para vestirse, que representaban 75 por ciento de los participantes, algunos grupos empezaron a acercarse demasiado a las mujeres, inclusive, sacar fotos con sus celulares, hasta que los voluntarios "los corrieron", dijo Mireya Escalante, coordinadora del proyecto junto con la Fundación Murrieta. No se prohibieron los celulares por considerar que muchos no vendrían.
Marco Antonio Hernández Murrieta, presidente de la fundación, señaló que la entrada al Zócalo fue "muy fluida". Se empezó con 150 personas por minuto, cifra que llegó a 210 a la hora del cierre. Se había establecido las 5:30 horas como límite de entrada, anotó Elena Cepeda, sin embargo, todavía se extendió media hora más.
A las 7:18 horas, al empezar la primera de un bloque de tres fotografías, las más grandes, la temperatura era de 22.5 grados. A las 7:34, cuando se terminó la última, ya había ascendido a 24.1 grados, de modo que "nadie va a resfriarse", indicó Hernández Murrieta.
Es indudable que la alta asistencia de participantes sorprendió a todos. Si antes de su realización se hablaba de hasta 40 mil inscritos, basado en experiencias anteriores sólo la mitad solía presentarse, y en Latinoamérica era 30 por ciento.
Tan nutrida respuesta provocó cambios. Por ejemplo, la toma sobre la Avenida 20 de Noviembre se había planteado de otra forma, pero al parecer "el número de personas no le permitió a Tunick hacer lo que tenía pensado", apuntó Mireya Escalante.
Agregó que el artista se sintió muy nervioso en muchos momentos, pero "más que nada por el inminente amanecer, que limitaba el tiempo".
Respecto a lo que sigue, el artista estadunidense , luego de regresar a Nueva York, llevará su material al laboratorio en el transcurso de unos cuantos días. Luego, viene la tarea de analizar y decidir cuál de sus tomas va a imprimir. Por esa razón, se tardará en entregarle su fotografía a cada uno de los participantes inscritos debidamente.
Una vez tomada la decisión, "Spencer nos mandará la foto para que el Laboratorio Mexicano de la Imagen imprima todas las copias. Queremos que ese proceso coincida con la exposición que el artista tendrá del proyecto en septiembre en el Museo Universitario de Ciencias y Arte, de Ciudad Universitaria", indicó Escalante.
Elena Cepeda invitó a Tunick y las autoridades de la UNAM para que la muestra también se haga en el Museo de la Ciudad de México.
Ante el asta bandera monumental, cientos de voces pidieron "¡tubo, tubo, tubo!"
¡Fuera ropa! y la desnudez cubrió al Zócalo
Las prendas estuvieron a punto de borrar la camaradería que surgió entre hombre y mujeres
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
Al término de la instalación, una cortina de hombres rodeó a las mujeres que seguían desnudas Foto: Carlos Ramos Mamahua
Nos dividieron: los hombres a vestirse y las mujeres hacia Palacio Nacional, desnudas. Fue la tercera y última locación elegida por Spencer Tunick para cerrar su instalación en el Zócalo capitalino, pero esa división hombres-a-un-lado/mujeres-posando rompió la magia que había llenado la plancha durante más de una hora. La camaradería entre géneros desapareció en un parpadeo.
Al tener la ropa puesta, los hombres pusieron fin a lo lúdico y el respeto para transformarlos en morbo.
La tranquilidad de las mujeres desnudas se convirtió entonces en ira y miedo.
Este es el testimonio de una reportera que dejó el pants gris, la playera blanca, el brasier, las bragas y la chamarra de mezclilla en una bolsa blanca junto al busto de Cuauhtémoc, y observó desde la plancha del Zócalo.
La división, el enojo y el morbo fue la parte final de algo irrepetible que comenzó antes de las cuatro de la mañana, en una madrugada agradable, nada de frío, y todos obedientes para ocupar los espacios marcados sobre la calle Monte de Piedad. En un principio la "zona de instrucciones" estaba delimitada entre 16 de Septiembre y Madero, pero con el paso de los minutos fue insuficiente y tuvo que extenderse hasta 5 de Mayo e incluso a las jardineras y la avenida que rodea la plaza sobre el lado de la Catedral.
Por los altavoces el equipo del fotógrafo pedía que todos nos mantuvieramos sentados, después la instrucción fue "júntense más, todavía hay gente llegando". La más odiada: "por favor no se levanten"; no entendían que después de 15 o 20 minutos las piernas se nos comenzaban a entumir y era necesario ponerse de pie.
La adrenalina hizo acto de presencia, las risas nerviosas, las preguntas entre vecinos ("¿Por qué viniste?" "Porque nunca me he desnudado en el Zócalo" o "no tengo idea" o "porque esto es algo único" o "no vine, me trajeron"), las bromas con doble sentido ("¿y tú de cual calzas?" "Del 18 y medio" "No te vayas a poner junto a mí, cabrón").
Quienes estaban en las ventanas de los hoteles ubicados frente a la Plaza Mayor también se llevaron su dosis de bromas: "¡Que se encueren, que se encueren!", "A esos mirones les faltan pantalones". Era alegría en su versión desmañanada.
Los llamados de la impaciencia
Conforme bajó la temperatura subió la impaciencia. A decenas les dieron ganas de ir al baño. Los organizadores colocaron sanitarios en 5 de Febrero y Madero, pero fueron insuficientes, las filas se hacían cada vez más largas. En tanto, el pavimento servía de cama para algunos, otros cabeceaban sentados, los unos mataban el tiempo fumando, aquellos tomando café, mandando mensajes, hablando por teléfono celular o besándose.
Pasan los minutos, la impaciencia sigue en aumento. De pronto, la voz de Spencer Tunick que agradecía la participación de los mexicanos, dijo que Barcelona (donde tenía el récord de 7 mil personas convocadas) debía estar sintiendo mucha envidia, que su tiempo para tomar las fotografías era limitado y por lo tanto pidió la colaboración de todos, que el primer escenario sería sólo el cuadrado que delimita la plancha del Zócalo, el segundo sobre la calle 20 de Noviembre y el tercero sería "una sorpresa"; que él daría la orden para comenzar a desnudarse. Aquí se repitió con más fuerza la porra de la UNAM, que se escuchó varias veces, porque su equipo grababa el despelote. Tampoco podía faltar el "¡México! "México! ¡México!"
Y de pronto, el momento esperado y temido: a la cuenta de tres ¡FUERA ROPA!
¡¡¡Una...
Dos...
Tres!!!
En cuestión de segundos la vestimenta fue colocada en bolsas.
Quien diga que no había pudor ni prejuicios miente: las manos se ubicaron en las partes estratégicas. Senos, penes, pubis pudorosamente cubiertos, pero después, el ambiente de camaradería fue ganando terreno y las manos abandonaron aquello que cubrían.
Cuerpos reales, no figurines de revista
Todos como hormigas a ocupar la plaza. La instrucción era colocarse una persona por cada cuadro que divide el Zócalo. Le falló a Tunick, éramos tres o cuatro por cuadro. Mezclados hombres y mujeres que habían llegado solos, o en pareja, o con un grupo de amigos, de todas las edades y colores: morenos, rubias, altas, chaparros.
Los cuerpos reales en toda su expresión: tatuajes, perforaciones en pezones, penes, orejas, ombligos, cicatrices de cesáreas, pieles llenas de acné, cuerpos velludos y lampiños, estrías, celulitis, pubis rasurados o completamente al natural, penes y testículos grandes y chiquitos, negros, rosas, rojos, pálidos, (en lo que me tocó ver, ningún hombre perdió la concentración, así que no hubo las erecciones que ellos, más que ellas, tanto temían).
Estaban todas las gamas entre lo extremadamente flaco y lo extremadamente gordo. Nada que ver con esos cuerpos que aparecen en las revistas. Ahí estuvo la magia. Esta es la realidad del cuerpo.
Al buscar lugar para la primera postura (en posición de firmes) aquellos que estaban cerca del asta bandera escucharon gritos que pedían "¡tubo, tubo, tubo!"
Fue inevitable el roce de los cuerpos. Un hombro que roza una espalda, un seno que toca un codo, una mano que se desliza por las nalgas. Repito esos roces, ese calor transmitido entre las pieles, era más inevitable que intencional.
Los ojos nunca se dirigían directamente a los senos, el pubis o el pene, eran apenas miradas de reojo, discretas, no eran de lascivia sino de admiración al reconocernos como cómplices en una aventura única que se complicó al no poder escuchar las instrucciones del coreógrafo-fotógrafo: el sonido era pésimo y más que entender, suponíamos o adivinábamos lo que Tunick quería.
Que si firmes, que si el saludo a una bandera ausente, que si mirando al frente, que silencio. (Fue en esos silencios cuando se concentró toda la energía).
Entonces apareció la manta anunciando la segunda postura: acostados boca arriba. Fue la más divertida. Y esto es lo que pensábamos o decíamos en voz alta: ¿Dónde poner la cabeza si ya no hay espacio en el suelo frío? ¿En las piernas de mi vecino? ¿Y mis pies dónde los pongo? ¿En el hombro del que está acostado delante de mí? ¡Ya le pegué a la vecina!
"Pon aquí tus pies", "deja ahí tu cabeza no me molesta", "espérame, deja moverme un poquito", "acomoda tu mano en mi hombro", "¿estás incómodo?" Así, poco a poco, se formó un gigantesco gobelino cuya temperatura por arriba era de 37 grados (la temperatura normal del cuerpo humano) y a punto de congelamiento por abajo. Así de frío estaba el suelo.
Y ahora a cambiar de nuevo. La tercera postura fue la más incómoda. De rodillas, hechos bolita, con las nalgas al aire. Tunick tardó demasiado porque no había quién se quedara quieto lo suficiente. Las rodillas dolían mientras se escuchaban las bromas a gritos de "¡Párame la colita!", "¡No vayan a soltar los pedos!"
Hasta aquí la parte fácil. Tal como lo anunció Spencer (ya para ese entonces lo tuteábamos y pedíamos que se encuerara) la segunda locación fue sobre 20 de noviembre y parte del Zócalo. La cosa se complicó de nuevo por las fallas de sonido. Ni el micrófono ni los altavoces lograban el volumen necesario para captar las instrucciones mal traducidas al español por alguien de su equipo. Ahí dábamos la espalda a Catedral, primero se oyó -medio en serio, medio en broma- el reclamo "¡Voto por voto, casilla por casilla".
Tunick pidió que tocáramos los hombros de nuestros vecinos, que levantáramos el brazo izquierdo, después sólo el dedo índice de esa mano, después todos los dedos. Al fin logró la composición y dijimos adiós a ese escenario.
Presencia combativa
Llegó entonces la sorpresa y el fin de la magia: "por favor las mujeres caminen hacia el Palacio Nacional, los hombres pueden ir a vestirse". Reunidas viendo hacia el asta bandera donde estaba el fotógrafo, retumbó el grito más combativo y femenino: "¡A-bor-to sí! ¡A-bor-to sí! ¡A-bor-to sí!"
Ya mientras caminábamos hacia Palacio Nacional los hombres se vistieron al parecer a mil por hora y comenzaron a rodear la plaza, se acercaron demasiado, sacaron los celulares y las cámaras para tomar fotografías. Hubo quienes para llamar la atención corrían desnudos, o haciendo malabares con una pelota de futbol.
"¡Hombres fuera!", "¡Hombres fuera!", "¡Qué se vayan!", "¡Ya apúrate Spencer!" fueron entonces los gritos de guerra.
Aquí debíamos estar acostadas sobre el costado izquierdo, mirando hacia el edificio, con la cabeza en el suelo, pero la incomodidad ante las miradas masculinas ("parecen lobos babeando", describió alguien) nos urgía a ponernos la ropa. Fue hasta ese momento que se sintió la desnudez. Había temor.
Lo que Tunick nunca supo, es que varias ya no querían posar pero permanecieron en sus lugares nada más por no caminar solas hacia la masa de hombres.
Al saber que la foto estaba hecha, todas de pie nos dirigimos con la cabeza bien en alto hacia donde dejamos la ropa.
"Yo soy lujurioso y todo lo macho que quieran, pero esa es una falta de respeto. Me avergüenzo de nosotros y les aplaudo a ustedes. Las admiro", dijo uno de los que ya estaban vestidos. Otros, no demasiados, aplaudían mientras abrían espacio para que pasáramos.
Por las prisas muchas rompieron las bolsas para ponerse algo encima, algunas obviaron el brasier y los calzones. Hubo quien no encontró sus prendas pero se topó con la solidaridad de quien le prestó ropa para vestirse.
El Zócalo, con rapidez, se vistió de nuevo.
* * * Llegada de última hora de varios entusiastas, a punto de arruinar la convivencia
"Foto por foto, desnudo por desnudo", reclamo de los que fueron excluidos
Demostramos que estamos en contra del conservadurismo del PAN, señalaron asistentes
ANA MONICA RODRIGUEZ , FABIOLA PALAPA
La imposibilidad de ingresar al Zócalo motivó escenarios alternos Foto: Marco Peláez
La policía se tuvo que esforzar para mantener a raya a los interesados que ya no pudieron ingresar a la plancha de asfalto Foto: Marco Peláez
Una "instalación alternativa" de desnudos sobre el techo de una camioneta, empujones, gritos de inconformidad y sonoros silbidos se suscitaron en la calle de Madero después de que los organizadores impidieron a cientos de personas llegar a la plancha del Zócalo para participar en la sesión fotográfica que realizó este domingo el estadunidense Spencer Tunick.
La molestia y el conato de enfrentamiento entre los elementos policiacos y los participantes surgió luego de que los organizadores urgieron a cerrar el paso a la gente que esperaba su turno para ingresar a la plancha asfáltica.
La serpenteante fila que comenzó a avanzar apresuradamente desde las 4:30 horas, se prolongó todavía dos horas después sobre Palma y 16 de septiembre. La expectación se truncó cuando una voz masculina informó por un altavoz que no habría más ingresos pese a la inscripción hecha con antelación.
"La toma fotográfica se debe realizar antes de que amanezca para aprovechar la luz que requiere Tunick y el ingreso del resto de la gente retrasaría la sesión" fue el argumento que cimbró los ánimos festivos que se manifestaban desde las primeras horas del domingo en el primer cuadro de la ciudad de México.
El incidente provocó la ira y frustración de los variopintos personajes que colmaron las calles del Centro Histórico que vieron truncado su anhelo de "formar parte de la historia". Los inconformes derribaron la primera valla colocada en la calle Madero y los refuerzos policiacos se multiplicaron conteniendo el tumulto que lanzaba consignas y amenazaba con avanzar hacia el histórico lugar. El descontento aumentó cuando los toletes detuvieron con fuerza a los primeros inconformes que creyeron vencer a las fuerzas del orden.
"Para la cultura y el arte no hay límites", "Foto por foto, desnudo por desnudo", "Todos o ninguno", "Puto" y el clásico "ulero" se escucharon, mientras Tunick daba indicaciones previas a la sesión fotográfica.
La frustración se transformó en rebeldía. Al grito de "¡a encuerarnos, a eso venimos!" se sumaron algunas mujeres y otros hombres quienes orgullosos cumplieron su sueño de ser fotografiados aunque no con la lente de Tunick.
Entonces tres mujeres y cinco hombres se subieron al techo de una camioneta y ya arriba se desnudaron, y finalmente fueron captados por infinidad de cámaras fotográficas, video y celulares. En la banqueta y a media calle continuaron mostrando sus cuerpos a toda la gente que permaneció en el lugar hasta que terminó la instalación del célebre fotógrafo quien rompió récord de convocatoria en lo que fue la antigua Tenochtitlan.
Previo a su ingreso, algunos de los participantes consideraron que posar desnudos era una "oda al cuerpo", una forma de liberarse de prejuicios, de aceptación porque el "cuerpo humano es hermoso por naturaleza".
En las filas se encontraban mujeres y hombres entusiastas por vivir la experiencia de despojarse de la ropa y ser los protagonistas de una "obra de arte". Los participantes expresaron: "estar desnudo es un acto de libertad, una forma de aceptarse a sí mismo y estamos en contra del conservadurismo que emplea el PAN y todo su grupo de gente neófita".
Además varios jóvenes acudieron a la convocatoria de Tunick con la idea de liberarse y mostrar que "el desnudo es de lo más normal, además, es una excelente forma de presentar a México como un país liberal".
Un estudiante de 19 años expresó: "posar desnudo en el Zócalo es una experiencia colectiva que desinhibe y ayuda a enfrentar varios tabúes cuando se supone que vivimos en un país conservador".
Hubo quienes afirmaron que "el ser humano no necesita la ropa para ser persona y el cuerpo debe mostrarse como una obra de arte". También para varios fue una cuestión personal y un reto "despojarse de ciertas ideologías".
Después de participar en la sesión fotográfica sobre la plaza capitalina y en la calle 20 de Noviembre la gente de la instalación masiva señaló a La Jornada que "al estar sin ropa y ver que todos somos una comunidad, se vence el miedo de permanecer desnudo frente a otras personas. Desde que te quitas las prendas se vence todo".
Un grupo de jóvenes expresó: "aportamos un poco a la causa de la cultura, fue libertad y enseñaste las nachas. Todo fue normal. Veías lo que había, como bestias, pero pensantes, sin decir nada".
"La experiencia fue muy padre, valió la pena esperar varias horas, ya estamos liberados. Me siento feliz de haber participado en un hecho único", comentó una adolescente.
Para Adriana de 29 años "la experiencia fue una emoción muy grande, al desnudarnos todos fuimos iguales y no hubo morbo; todo era alegría y nadie le faltó el respeto a nadie".
Al finalizar la sesión fotográfica que consistió en tres posiciones: de pie frente al hotel Majestic, acostados con la cabeza apuntando hacia el asta bandera y otra viendo hacia Catedral en posición fetal, Tunick decidió separar a hombres y mujeres.
Las damas permanecieron en el Zócalo capitalino para una imagen más. En este momento la privacidad de las nudistas se terminó porque los hombres se encontraban ya vestidos e incluso algunos comenzaron a captar imágenes de ellas con cámaras y celulares.
El poder del atavío venció a los hombres y la vulnerabilidad del sexo femenino quedó expuesta al morbo. Al respecto, una participante señaló: "Cuando nos separaron a las mujeres para una toma aparte se hizo evidente la desorganización, fue caótico porque desde un principio ni siquiera se escuchaban las indicaciones entre la multitud".
Las autoridades capitalinas abrieron el acceso a las calles aledañas a la plancha de asfalto después de las 8:30 horas, y aún en ese lugar, se veían mujeres desnudas vistiéndose con parsimonia.
En ese ambiente saturado de adrenalina, varios curiosos y transeúntes miraban con atención las figuras femeninas, mientras el calor acumulado de los más de 18 mil participantes se difuminaba paulatinamente en la gran plancha asfáltica.
* * * Conforme caía la ropa surgían consignas contra el aborto, Norberto Rivera y el fraude
La desnudez reivindicó su potencial subversivo en la instalación del Zócalo
Las mujeres fueron superiores en una proporción de cuatro a uno, según estimaciones
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
La falta de ropa motivó la camaredería cómplice Foto: Daniel Aguilar/ Reuters
La instalación de Spencer Tunick en el Zócalo rescató fugazmente la desnudez humana de la banalidad mediática en que se halla inmersa, y le devolvió parte de su antiguo potencial subversivo. Por sus circunstancias, por sus efectos, el hecho adquirió significados múltiples, diversos e incluso contradictorios. Y fue, en más de un sentido, un retrato sin retoques de lo que es esta sociedad.
La muchedumbre traía a flor de piel -la imagen es precisa como pocas veces- una serie de temas, agravios, reclamos, inconformidades de índole variada, y aprovechó la ocasión para hacerse escuchar. Lo que Tunick planteó como un hecho artístico, la muchedumbre -irreverente e ingeniosa- le otorgó una clara dimensión política: dirigió consignas contra la pederastia y contra el excelentísimo cardenal Norberto Rivera; mostró su apoyo a la despenalización del aborto en el Distrito federal; exigió la liberación de los presos políticos de Atenco; renovó el reclamo contra el "fraude electoral" en las pasadas elecciones presidenciales.
Desde las tres de la mañana empezaron a llegar los participantes en la mayor escena de liviandad sin pudor que se recuerde en la ciudad y, sin duda, en el país. Mucho antes de la hora límite marcada por los organizadores, las calles de acceso -Madero y 16 de Septiembre- se congestionaron con los miles y miles de cuerpos que horas después le servirían a Tunick para bordar el tapiz monumental que cubrió casi en su totalidad la plancha de concreto.
Jóvenes la mayoría, mujeres la mayoría, llegaban con ánimo festivo, sonrisas nerviosas, miradas expectantes. Ansioso, más de uno quiso botar la ropa antes de tiempo pero fue reconvenido por los organizadores. Según estos, la relación aproximada entre mujeres y hombres fue de cuatro a uno.
Atragantados de emoción
A las cinco, la fila de cuatro en fondo que empezaba en la esquina de Palma y 16 de Septiembre, llegaba hasta el Eje Central y ahí se prolongaba hacia el sur hasta Venustiano Carranza. La masa anticipaba que, en términos numéricos, serían rebasadas las expectativas de los organizadores.
¿Quién dice que los mirones son de palo? A los mirones con gafete que se amontonaban como podían en la azotea de un hotel que colinda con la esquina noroeste del Zócalo, se les atragantó la emoción cuando, allá abajo, pasadas las seis y media de la mañana, se disparó la estampida que daba comienzo a la instalación.
A la distancia y con un poco de imaginación, las diminutas figuras desnudas que corrían de una orilla del Zócalo hacia el centro de la plancha semejaban marmotas frágiles y graciosas correteando por la pradera. También algo había de hormiguero en ese desplazamiento tumultuoso hacia el corazón del corazón político del país, entre la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional, sedes de dos de las instituciones más poderosas de este país: la Iglesia y la Presidencia, respectivamente.
Al centro del hormiguero, el asta, también desnuda, despuntaba fálica y gris hacia el cielo, donde la Luna menguante y su corte de nubecillas despeinadas se desplazaban curiosas, cediendo su lugar al Sol venidero. La ausencia -"por respeto"- del lábaro patrio no fue obstáculo para que se diera un acto que cobró un notorio significado político: atraído por ese singular gesto con que se saluda en México a la bandera, el artista pidió a los participantes que lo reprodujeran así, desnudos y de espaldas al Palacio Nacional.
Tunick ni lo imaginaba, pero los mexicanos sabemos de la carga que esos detalles adquieren en este país de las formas y el protocolo.
A los oídos de los mirones con gafete de prensa llegaba el chacoteo gozoso que se traían los nudistas. Se percibía lo bien que se la estaban pasando.
Los que reconocían la instalación como un acto de libertad pero no como una experiencia estética, fueron rebatidos contundentemente cuando Tunick distribuyó a una persona por cada cuadro de la plaza.
Desde la perspectiva de los mirones con gafete, los cuerpos dispuestos en líneas diagonales emulaban en su conjunto uno de esos cuadros de Vicente Rojo pertenecientes a la serie México bajo la lluvia.
Desde un punto de vista estético, quizá la parte más lograda fue aquella en que los cuerpos quedaron acomodados a lo largo, formando largas filas ondulantes, como cordones de estambre de un textil monumental.
Atavismos al descubierto
Sin embargo, hacia las ocho de la mañana, la confianza generada entre hombres y mujeres participantes, la fraternidad establecida, la libertad ejercida, el respeto mostrado, la civilidad alcanzada, fueron ensombrecidos por un error de cálculo de Tunick: en la última etapa de la instalación, cuando ya había efectuado todas las tomas fotográficas previstas, decidió improvisar y pidió a los hombres que se retiraran de la plancha y comenzaran a vestirse. El número de mujeres superó al que Tunick ha tenido en otros países. El artista neoyorquino quería hacer algo especial con ellas. Quizá pensó que el nivel de civilidad era como el de otros países que ha visitado. No contaba con que los hombres, ya vestidos, volverían a la plancha como mirones, con celulares en mano para fotografiar a las mujeres con quienes tan cordialmente habían convivido.
Desde la azotea del hotel, la imagen era impactante: un cordón de hombres empezó a envolver al grupo de mujeres denudas. Se oyeron entonces gritos de enojo y rechazo de ellas, "¡Fuera!, ¡Fuera! ¡Fuera!" Los interpelados no acataron la invitación a retirarse. La utopía estaba fracturada.
La desnudez había igualado a hombres y mujeres. Cuando ellos se vistieron, ellas quedaron vulnerables y exhibidas.
Ahora Tunick sabe de los atavismos que aún perduran en México.
* * *
Gran triunfo de la gente: Raquel Tibol
Carlos Paul
Para la crítica de arte Raquel Tibol, "dejando de lado que se haya realizado frente a la Catedral, la experiencia me causa una inmensa alegría, que tantos miles de mexicanos y mexicanas de diversas edades y condición social, se hayan unificado para este desnudo hipermultitudinario que difícilmente se repetirá en otro país, pone muy en alto lo que es el sentido de la convivencia del mexicano, más allá de prejuicios de grupos ultraderecha, de convenciones partidarias, etcétera, realmente es para celebrarlo. El gran triunfo no es de Tunick, él es el convocante, aquí el triunfo es de los mexicanos y mexicanas que se decidieron a asistir y que lo hicieron, no digo civilizada, sino de la manera más grata, armónica posible. Yo escuchaba la crónica por radio y hasta me daba envidia no estar ahí".
La escritora e investigadora Margo Glantz comenta que el trabajo de Tunick "de alguna manera neutraliza la tradición del desnudo femenino y masculino que generalmente aparece como retrato de una sola persona. Esta forma de colectivizar el desnudo le da otro carácter. Hay una especie de ruptura con la tradición. Que se haya realizado en el Zócalo, frente a la Catedral, es muy impresionante e interesante, frente a la actitud pudibundamente absurda que ha venido manifestando la Iglesia católica. En la tradición pictórica católica cristiana, dos de los desnudos que destacan son el de Cristo y el de san Sebastián, ahora son los desnudos de todos, de mujeres y hombres sin importar su estética. En ese sentido el trabajo de Tunick rompería también con una estética impuesta por la moda, una estética anoréxica que propone ciertas características para considerar un cuerpo bello. Aquí interviene el cuerpo desnudo, que nada tiene que ver con la estética tradicional, pues aparece sin que tenga una importancia en sí mismo, porque esta inmerso en una colectividad, donde es muy difícil distinguir el cuerpo mismo.
"Es ver al ser humano en su condición más primaria, un poco como si fuéramos una gran manada", expresó el escritor José Agustín. "Todo esto tiene implicaciones y simbolismos notables. Por supuesto elude la inhibición y favorece la naturalidad y el reconocimiento del cuerpo desnudo. Tira prejuicios y hace que las personas se diviertan. El que se haya realizado frente a la Catedral fue un tanto provocativo, pero a la larga una buena elección. El desnudar a tanta gente esta mostrando que la ciudadanía esta bastante desarrollada, que puede hacer ese tipo de manifestaciones sin mayor problema o pudor falso y que estamos a la altura de cualquier otro país".
Para el poeta Hugo Gutiérrez Vega, "se pone de manifiesto la belleza del cuerpo humano y la ubicación de todos esos cuerpos desnudos en un ámbito tan hermoso como es el Zócalo. Considero que es una manifestación artística importante y es también una hermosa prueba de desinhibición y reafirmación de la idea de que el cuerpo humano es bello y que con éste se pueden hacer composiciones artísticas extraordinarias. Por otro lado, no dudó de que algunos sectores de la sociedad estén en contra de eso, pues hay grupos muy reaccionarios, conservadores, pero sobre todo enemigos del cuerpo. Aquí se trata de una afirmación del propio cuerpo, del valor de la carne y eso a los oscurantistas indudablemente que les preocupa mucho, porque significa una perdida del control férreo que intentan ejercer sobre las conciencias, por ello es que aparte de ser una manifestación artística, es un acto de liberación".
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Ortega reporta saldo blanco, no da cifra de asistentes
La instalación de Tunick no lleva ningún mensaje: Rivera
A la Catedral no se le cayó ninguna piedra, aseguró
Eduardo Gálvez
Luego de la sesión matutina del desnudo masivo que concentró a poco más de 18 mil personas en la Plaza de la Constitución para ser fotografíadas por el artista neoyorkino Spencer Tunick, el cardenal Norberto Rivera Carrera dijo que el que el acto haya tenido lugar frente a la Catedral Metropolitana no tiene ningún mensaje para la sociedad mexicana.
Al término de su homilía dominical, en entrevista al prelado se le pidió su punto de vista sobre las imágenes de desnudos masivos a los que convoca en diversas partes del mundo el fotógrafo. Rivera Carrera se limitó a responder "era muy temprano, no era un tema que me interesara".
-- El que haya sido frente a Catedral, ¿no tiene algún mensaje? -se le cuestionó al cardenal.
-- No. No creo que la Catedral se afecte, no se cayó ninguna piedra.
Por su parte, El jefe la policía capitalina, Joel Ortega Cuevas, reportó como satisfactorio el saldo del operativo aplicado durante la sesión fotográfica de Spencer Tunick en el Centro Histórico. Dijo que salvo el incidente de asistentes que no pudieron ingresar al Zócalo por llegar después de la hora fijada, todo ocurrió con tranquilidad y añadió que a los participantes se les dio la facilidad de estacionar sus automóviles en las calles aledañas a al primer cuadro.
Joel Ortega Cuevas llegó temprano al Centro Histórico, donde dijo, estuvo acompañado por el subsecretario Luis Rosales para coordinar el acto. Al respecto, comentó que lo ocurrido fue un "ejemplo claro de la alta civilidad que hay en la ciudad" y mostró su satisfacción porque todo "haya salido bien". Cuestionado por los reporteros sobre la cifra de los participantes a la sesión, dijo que por acuerdo con el fotógrafo, él no daría más detalles.