Francia: oportunidad perdida
La victoria del derechista Nicolas Sarkozy en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, realizada ayer en Francia, es un hecho preocupante. Llega al Elíseo un hombre ideológicamente incapaz de superar o atenuar la cada vez más explosiva brecha social en ese país europeo; un funcionario que recientemente, desde el cargo de primer ministro, dio muestras irrefutables de su vocación autoritaria.
Las promesas de Sarkozy de "romper con el pasado" se refieren, por desgracia, a la moderación del todavía presidente Jacques Chirac y a su sentido de Estado. A diferencia del gaullista, el liberal que habrá de sucederlo este mismo mes no tiene intención de preservar el legado de bienestar social construido en Francia desde los tiempos del gobierno del Frente Popular (1936) y durante los años de posguerra, y fortalecido en la primera presidencia del socialista François Mitterrand (1981). De hecho, Sarkozy ha anunciado ya una "flexibilización" de la semana laboral de 35 horas y de otras conquistas laborales y sociales y, como se ha dicho, son conocidos sus recursos ante la disidencia: la mano dura y la policía.
No es de extrañar que la victoria del candidato de la derecha haya generado de inmediato violentos desórdenes y expresiones de protesta en varias ciudades de Francia, especialmente en París y su periferia: los excluidos y los marginados saben que habrán de enfrentar un recrudecimiento de las estrategias neoliberales que han causado o agravado su condición actual; saben que la libertad, la igualdad y la fraternidad son sacrificables en el programa de Sarkozy, en nombre de la rentabilidad financiera. En el ámbito internacional el triunfo de Sarkozy abre la perspectiva de un enfriamiento en la voluntad europeísta de Francia, una más estrecha alineación del país con Estados Unidos y la eliminación de la sensibilidad gubernamental que pudiera quedar en el Palacio del Elíseo para con los países de América Latina y Africa.
En otro sentido, la derrota de Segolene Royal, la adversaria socialista de Sarkozy, es un descalabro para los grupos vulnerables, para las mujeres y las minorías, así como la postergación de un cambio que privilegiara a la sociedad por sobre los capitales. Los comicios de ayer fueron, en suma, una oportunidad perdida.
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