Encuestas y Dos de julio
Diario lidertad Plaza Pública |
Miguel Angel Granados Chapa | |
Dos de julio Hace un año, desde su estudio instalado en la explanada del Instituto Federal Electoral, José Gutiérrez Vivó condujo la información y las mesas de reflexión transmitidas a lo largo de la jornada por Monitor. Lo hizo a través de sus dos frecuencias de AM y la de FM que de tiempo atrás arrendaba a MVS. Cancelado ese contrato el último día de noviembre, se acentuó su debilidad financiera que finalmente condujo al deplorable fin de sus emisiones informativas el viernes pasado. Entre los invitados a la sesión de análisis electoral el año pasado se encontraba Ulises Beltrán, a quien Monitor había encargado una encuesta de salida para su auditorio. Como los responsables de sondeos en otros medios, Beltrán dijo al anochecer que la diferencia entre los candidatos que obtenían la mayor votación era tan breve que no era lícito dar a conocer el resultado de su encuesta. Lo mismo dirían más tarde el Presidente del IFE y el de la República. La situación en el curso del día era por completo diferente. En su libro La mafia nos robó la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador recuerda que había encargado a la doctora Ana Cristina Covarrubias una encuesta de salida, que incluía más de 38 mil entrevistas: “Fue el ejercicio más grande y riguroso que se aplicó en todo el país el día de la jornada electoral. Desde el primer reporte de las diez de la mañana hasta el último, siempre nos mantuvimos arriba con un promedio de tres puntos de ventaja. “Ese mismo resultado se reflejaba en otras encuestas de salida... Incluso, hacia las cinco de la tarde recibí una llamada de Bernardo Gómez (vicepresidente) de Televisa, para decirme que ellos tenían información de que había ganado la elección presidencial. Sin embargo, al cierre de las casillas, cuando comenzaron a falsificar los resultados, se empezó a hablar de un empate en los conteos rápidos”. Como se comprobaría en la mayor parte de los casos en que se ordenó abrir paquetes electorales, las actas levantadas al caer la noche del dos de julio estuvieron a menudo plagadas de errores. Decirlo se convirtió, por efecto de la propaganda del IFE, en una ofensa para los ciudadanos que habían tenido a su cargo recibir la votación y hacerla constar en actas. Hace dos semanas, sin embargo, el ex Presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Fernando Ojesto, atribuyó a esas mismas personas los errores en el conteo de votos, porque la educación es deficiente y no enseña a sumar adecuadamente. No todos los responsables de recibir los votos, sin embargo, fueron ciudadanos escogidos previamente. Cerca de veinte mil funcionarios, 19 mil 454 exactamente, no se presentaron y fueron sustituidos por quienes estaban en la fila ansiosos de sufragar y de quedarse a atender la mesa de votación. Son ciertamente pocos en relación con los 390 mil que en total actuaron ese día (no medio millón como para fines efectistas se dijo en la abundosa propaganda que ponía a salvo la virtud ciudadana en la recepción del voto). Pero bien situados, su labor pudo ser eficaz en la modificación de resultados. No en todos los casos estuvieron allí los representantes de los partidos para impedirlo. Es normal que sean registrados muchos más representantes de los que efectivamente acuden. El PAN, por ejemplo, registró 340 mil 851 y menos de la tercera parte, 102 mil 856 estuvieron presentes. La proporción es semejante en el caso de la coalición Por el bien de todos: de 318 mil 878 acudieron 102 mil 100. A ese propósito, dice López Obrador: “Para tratar de justificar el fraude, algunos han argumentado que la Coalición... es responsable de la alteración de resultados, en razón de que no tuvo representantes en 100 por ciento de las casillas. Pero ningún partido o coalición logró tener representantes en todas las casillas. Además, el argumento no justifica el fraude. Si la falta de representación justificara la pérdida de votos, sería inexplicable que el partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina, que no tuvo representación en las casillas (tuvo menos de cuatro mil, añado por mi parte, con base en la estadística oficial) hubiera mantenido las intenciones de voto que reflejaron las encuestas. En el caso de Nueva Alianza, que sí pudo contar con una mayor estructura de representación (poco más de setenta mil personas, digo yo) llama la atención que su votación para diputados y senadores haya sido significativamente mayor que las cifras reflejadas en las encuestas. En síntesis: la coalición Por el bien de todos perdió votos por la falta de representación; Alternativa, sin representación, alcanzó el resultado previsto en las encuestas. Y Nueva Alianza duplicó su intención de voto. ¿Cómo puede ser esto posible?”. Ciertamente, el resultado contradijo a casi todas las encuestas. López Obrador lo resume así: “En casi todos los sondeos de opinión publicados en la fecha límite legal (10 días antes de la elección) teníamos ventaja. Los diarios Reforma y El Universal nos daban dos puntos porcentuales arriba; Mitofsky-Televisa, tres puntos; Bimsa, 4.5; Parametría, 4; y María de las Heras, 4.9. Las encuestas que no fueron publicadas por impedimento legal y que fueron levantadas hasta el día anterior a la elección, mostraron que se mantuvo la misma tendencia. En la última medición de Bimsa, del día anterior a la elección, la ventaja era de 3.5 puntos porcentuales, y en una encuesta nacional de Parametría, cuyos resultados se obtuvieron el día anterior a la elección, la ventaja era también de 3.5 puntos” |
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