Cronicas bananeras
Elecciones: Mentiras y simulación
Álvaro delgado México, D.F., 12 de noviembre (apro).-
Pasada la jornada electoral de este domingo en los cuatro estados donde se celebraron comicios, con lo que se cierra el año electoral, se impondrán los lugares comunes conforme a los que ganaron y resultaron derrotados: el panismo sigue en picada de la mano de Felipe Calderón, el priismo mantiene su “recuperación” y el perredismo recibe una “bocanada de aire fresco” gracias al cardenismo.
No porque tengan cierta razón, conforme a lo acontecido este domingo 11 de noviembre, dejan de ser lugares comunes, y lo son porque pasan por alto lo fundamental: la decrepitud del sistema electoral y de la clase política de México, traducida no en las “prácticas que creíamos superadas” --como cita otro engañoso lugar común--, sino en las que no han dejado de cometerse cotidianamente.
Las últimas elecciones de este año terminan igual que las primeras, con Yucatán como inicio, aunque el prólogo fue el 2006: uso de abundantes recursos económicos de oscuro origen, a menudo del presupuesto público y con el gobernador al frente, para la compra, coacción y adulteración del voto; campañas sucias eufemísticamente denominadas de contraste; empleo de métodos violentos para intimidar y aun someter a los adversarios; parcialidad de organismos electorales locales; desconfianza en las autoridades jurisdiccionales; impunidad en la comisión de todo tipo de delitos, y un largo etcétera conforme las condiciones de cada estado.
Al cabo de numerosas quejas de quienes se ven afectados en la lógica local, aun los asesinatos --como ocurrió en Veracruz y Puebla--, no pasa nada: cada cuál se queda con sus agravios y comienza a tramar el desquite en el siguiente episodio, con recursos peores, por supuesto, en el fango.
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