La psicología del mexicano
LLEGÓ LA HORA DE LOS DINOSAURIOS SOCIALES Clase media: Estómago de Pantagruel
ABRAHAM GARCÍA IBARRA
Desde hace más de un siglo, don Sebastián Lerdo de Tejada pensaba que la clase media mexicana tiene el estómago de Pantagruel y suele olvidar la honorabilidad a la primera cucharada de sopa. El burgués mexicano necesita del olor de la cebolla. En algún tipo de mexicano, Lerdo de Tejada encuentra "la invención" de la empleomanía.
Rogelio Díaz-Guerrero (La psicología del mexicano), al analizar las categorías culturales y sociales de México halla cierta tipología en niños y jóvenes fácilmente gobernables a los que no les interesa liberarse de la familia y son fácilmente gobernables por sus padres y otras figuras con poder de autoridad, Su individualidad no aparece por ninguna parte de manera clara y su necesidad de autonomía es mucho más baja que las de sus compañeros. En cambio, hay en ellos una fuerte necesidad de que sus familiares y amigos los tengan en alta estima: se preocupan mucho por su reputación, así como de lo que otras gentes piensa de ellos; hacen muchas cosa meramente para obtener la aprobación y el reconocimiento de los demás.
Añade Díaz-Guerrero a su descripción: Por su habilidad de congraciarse y por su tendencia al orden, a ser educados y por estar muy de acuerdo con el orden social, pueden congraciarse con dueños, líderes y jefes. Sin embargo, en todos los casos, probablemente no llegarán a tener una posición de dirección en cosa alguna, ya que les falta iniciativa propia. Andan siempre buscando la protección de personas más poderosas que ellos, que hayan organizado las cosas, para que puedan funcionar de una manera consistente y disciplinada. Este tipo de personas, al perder la protección de la familia, sufre graves trastornos mentales.
Todos, dice Díaz-Guerrero, necesitamos si no de todas las gentes, sí de algunas que nos respeten, admiren, floreen; claro que nos sentimos mejor entre más nos atribuyan capacidad, poder, inteligencia, simpatía, belleza. "Si se bloquea la satisfacción de estas necesidades, las personas mostrarán generalmente sentimientos de inferioridad, de inseguridad personal, a veces hasta debilidad y desesperanza. En otros casos, pueden aparecer tendencias francamente anormales a compensar la falta de propia estima válida; es decir, a fanfarronear. Lo que no poseemos, lo pavoneamos. Así, tratando brutalmente de engañarnos y engañar a los demás, nos jactamos de poseer aquello que más nos falta".
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