Narco: el Irak de Calderón
Jorge Zepeda Patterson
11 de mayo de 2008
Los asesinatos de altos fun- cionarios federales a lo largo de los últimos días muestran lo que ya intuíamos: luego de 18 meses de fracasos es evidente que estamos en una guerra que no vamos a ganar pero de la cual tampoco hay manera de salir. El narcotráfico se está convirtiendo en el Irak de Felipe Calderón.
Al arranque de su gobierno el nuevo presidente utilizó el argumento del combate a los cárteles como una estrategia fast track para afincarse en Los Pinos. Fue la táctica ideal para mostrarles a los mexicanos que ya había piloto en la nave. Al igual que a Bush, la convocatoria a esta guerra le reportó a Calderón beneficios políticos inmediatos, pues propinó una artificiosa sensación de firmeza y liderazgo.
El problema es que desencadenó una guerra sin estar preparado siquiera para la primera batalla, y lo hizo por los peores motivos. Durante su campaña electoral y en los meses previos a la toma de posesión, en muy pocas ocasiones Calderón se refirió al narcotráfico. Todo indica que no formaba parte significativa de su agenda. Pero las necesidades políticas precipitaron ir al combate una semana después de llegar al poder, sin tener la más remota idea de las consecuencias. Bush y sus generales nunca pensaron en “el día siguiente”; nosotros ni siquiera hemos salido del día “D”; nuestros cuerpos policiacos siguen siendo acribillados en la playa Omaha del desembarco sin saber cómo ni dónde responder.
Fuimos a una guerra sin conocer cabalmente al enemigo, (y encima) a pesar de que sabíamos que nuestras propias filas estaban totalmente penetradas por el adversario. De manera irresponsable lanzamos al cuerpo enorme y desmañado del ejército a dar palos de ciego a una piñata que se hace escurridiza a todo lo largo del territorio nacional. Año y medio más tarde estamos tan lejos de ganar la batalla como Bush de pacificar a Irak.
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