Aristegui: Fue Felipe Calderón
alvaro delgado México, D.F., 7 de enero (apro).-
Salvo que Televisa y Prisa hayan depuesto su principio fundamental de generar ganancias y estén en vías de convertirse en emporios benefactores, al menos en México, el despido de Carmen Aristegui sólo puede entenderse como una maniobra política pactada con el único que puede compensar las pérdidas --económicas, no de credibilidad-- de tamaña decisión: el gobierno de Felipe Calderón.
Porque el solo sentido común indica que nadie, menos una empresa que tiene el lucro como fin --Televisa y Prisa inobjetablemente lo tienen--, se da el lujo de tomar decisiones a sabiendas de que le generarán pérdidas, traducidas en baja en el rating y menores tarifas en el cobro a los anunciantes, salvo que exista la certeza de que habrá utilidades extraordinarias en otros ámbitos, no sólo en materia de medios.
Y ya se sabe: el grupo español Prisa --que emplea a Juan Ignacio Zavala Gómez del Campo, cuñado y confidente de Calderón-- tiene extendidos intereses en México que van más allá del ámbito editorial, que de suyo le reporta fabulosas ganancias a través de Editorial Santillana, el principal proveedor de libros de texto para la educación pública de México.
Y no hay que hacerse tontos: Aristegui no fue echada de W Radio porque el Grupo Prisa la haya abandonado después de ceder a las “presiones” de Televisa, que la abominaba después de que no se alineó en la ofensiva de repudio a la reforma electoral, ni se trata de una decisión que obedezca a la “concentración mediática” y aun a la influencia de personajes exhibidos en una frecuencia de alcance nacional, como los gobernadores priistas Mario Marín y Ulises Ruiz, el cardenal Norberto Rivera o el empresario pederasta Jean Succar Kuri.
Siendo pertinentes las tres interpretaciones, porque existen hechos de sobra que las acreditan, los que las sostienen pasan por alto un elemento fundamental: Aristegui era aborrecida por Felipe Calderón, particularmente después de las elecciones del 2 de julio de 2006, y era un estorbo para el objetivo de uniformar el cuadrante radiofónico, cuyas voces son las mismas que se escuchan en televisión y en un vasto sector de la prensa escrita.
Son las voces y las plumas del oficialismo de siempre --los de la era priista trasmutados a la panista-- y los del nuevo oficialismo, los que han dado forma a un comportamiento de criticar, a coro, a quienes consideran enemigos de México y de sus “instituciones”, con el único fin de obtener ganancias desde el poder.
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mardi 8 janvier 2008
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