Respetar las creencias Carlos Monsiváis 25 de noviembre de 2007 |
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El episodio del 18 de noviembre en la Catedral Metropolitana, con el griterío y la violencia obviamente injustificable de unos provocadores y las acusaciones inmediatas al PRD y López Obrador, ha sido calificado por el periodista Ciro Gómez Leyva de “anécdota”, en la medida en que no hubo ni sangre ni muertos. Sin embargo, quedó claro que no se puede ofender a los creyentes en lo tocante a los espacios que consideran sagrados.
No escasean los cargos contra la senadora Rosario Ibarra y el líder Andrés Manuel López Obrador por la “autoría intelectual” del episodio. Véase por ejemplo el diálogo o, mejor, la sesión inquisitorial donde, sin prueba alguna, el representante legal del Arzobispado de México, Armando Martínez, acosa a la senadora Ibarra en Hoy por hoy, el programa de Carmen Aristegui (19 de noviembre):
(...)El cardenal Norberto Rivera (Reforma, 22 de noviembre de 2007) es categórico al asociar la anécdota a los provocadores con la intolerancia, el aplastamiento de la libertad de cultos y la agresión límite a las libertades religiosas que ofende a Dios y a los fieles:
“Por dieciocho veces han incursionado estos grupos a nuestra catedral, ofendiendo así no solamente al Señor; pues es una celebración sagrada: ofendiendo a los fieles que ahí van a practicar el culto, en un país en donde se dice que hay libertad de cultos. No se puede soportar esta intolerancia, porque las autoridades han prometido poner en orden, dar seguridad para aquellos que quieran practicar su religión en un país en donde, se dice, hay libertades religiosas”.
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Es muy significativo que los gritos a las puertas de la Catedral se consideren lesivos para la fe y la noción de los espacios sagrados. Esto tiene antecedentes dramáticos en la década de 1920, con las agresiones injustificables a templos católicos durante la rebelión cristera, pero también y a lo largo de todo el siglo XX, con el hostigamiento o la destrucción de numerosos templos protestantes en provincia, sin que esto diera lugar a escándalo periodístico (todavía no mediático) alguno.
(...)Cientos de templos protestantes arrasados en México en el siglo XX. Inseguridad de los asistentes al oír las pedradas o los balazos. Y siempre la certeza: la fe distinta nada tiene que ver con lo sagrado, es herejía que no merece respeto alguno. Dios, el Señor, de seguro no se ofende ante las persecuciones, esos no son ni serán sus hijos, o algún razonamiento semejante. Hasta hoy, la iglesia católica no ha pedido perdón o algo semejante.
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Tuxtla Gutiérrez, 22 de noviembre.
Indígenas evangélicos de Chiapas y Oaxaca solicitaron al secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, que “por humanidad” interceda a favor de seis niños a los que se les impide abastecerse de agua en San Pedro Petacaltepec, Oaxaca, por el hecho de profesar esa fe. Ante el funcionario, aseveraron que los actos de intolerancia religiosa se han agudizado durante la presente administración federal.
(...)“Nos han destruido los templos; nos siguen expulsando a nuestros hijos de la escuela. Las autoridades de la Subsecretaría de Asuntos Indígenas avalan acuerdos de las asambleas de católicos donde se nos expulsa de los pueblos. Existe una aplicación parcial de la justicia”, denunciaron ante los funcionarios federal y estatal. (En La Jornada, 23 de noviembre de 2007)
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