El año de los símbolos
Marcela Gómez Zalce
• AMLO y las emociones
• Repsol y Juan Camilo
No hay gobierno más despótico, mi estimado, que una oligarquía. Es curiosito el efecto que logra Andrés Manuel López Obrador cada vez que vuelve al centro del reflector. El simpático termómetro de la histeria colectiva siguen siendo los correos electrónicos desde donde se desató parte de la campaña que polarizó a México, que inundan, con mensajes entre arcaicos, neuróticos y completamente radicales, la simpática red. El flujo de coléricas emociones que ocasiona el tabasqueño a la inquieta oligarquía, a 16 meses de un polémico proceso electoral y a un año de haber instaurado una presidencia legítima, muestra el tamaño de sus miedos.
Sí, my friend, porque Andrés Manuel tiene la ocurrente habilidad de desatar todos sus demonios al poner los puntos sobre las maravillosas íes. Sin simulaciones ni medias tintas. El estupendo debate no es si le asiste la razón en las escalofriantes cifras sobre el gasto corriente, sobre el desempleo, los índices de corrupción, sobre las condiciones de pobreza, el crudo balance entre precios y salarios, los arreglones entre the usual suspects y un sinfín de asuntos que son prioritarios en la agenda nacional.
(...)
Lo más chistoso es que a este hombre a quien le aventaron encima los tres poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial, sigue más vivo que un dolor de muelas. En el partido del sol azteca los que no comparten su visión no se atreven a pintar su raya amarilla. No se atreven a decirle, ahí te ves. Lo que devela, también, el tamaño de su miedo.
López Obrador logra que ambos extremos coincidan.
Ayer, en la plancha del Zócalo en el marco de la tercera CND, el tabasqueño dibujó lo que le preocupa... y ocupa. El delicado asunto de la reforma energética que ya cocina Felipe Calderón en su horno de arreglones legislativos con el PRI. Y como la sensación de que ya están por ponerle listón al explosivo regalito corre como pólvora endiablada, la percepción es que si se abre el juego... las reglas no serán transparentes e iguales para todos.
Sobre todo porque con los intereses de los amigos españoles de Los Pinos, encabezados por la cabecilla del Gymboree, Juan Camilo Mouriño con Repsol, se han prendido las alertas en otros consorcios internacionales que quieren también un trozo del pastel energético. Y ya mueven las aguas legislativas del ameno cabildeo para formar parte del selecto club.
Ahora, súmele que la cúpula empresarial mexicana presiona para su cuota, perdón, rebanada, el panorama no se vislumbra como sencillo para que el inquilino de Los Pinos salga ya no digamos oliendo a rosas en un mar de estiércol, sino nomás a flote. Aunque inunde con millonario espoteo los medios de intoxicación masiva.
El abanico de dificultades es exponencial cuando el tema divide a los mexicanos. Y este entretenido fenómeno ocurre en todos los sectores. Al interior de todos los partidos políticos.
En el PRI no todos están de acuerdo con apoyar la temeraria aventura sin conocer sus detalles. Porque ya sabe, my friend, que el diablo está... en los detalles. En el PAN habrá que esperar el arribo de Germán Martínez y la inobjetable línea presidencial que dictará las conciencias azules pero que con todo son insuficientes los votos requeridos. En el PRD a su Nueva Izquierda no le desagrada la idea de ir con Calderón en este lance. Sumados quizá, lacritas tricolores, amarillas y azules logren la llave de las siete puertas para abrir el sector energético.
La cuestión es si llegarán al día después.
El detalle está en que tan pronto asome la nariz la peligrosa reforma, se va a desencadenar el repudio, debate y las manifestaciones. El descontento que irá amarrado inevitablemente con las alzas a la gasolina, a la canasta básica y con la crisis de Tabasco donde millones lo perdieron todo y hay una seria posibilidad de que se forme una cadena de volátiles acontecimientos sociales que quizá al principio muestre descoordinación pero que puede salirse de control.
Y su clímax podría llegar en el mediano plazo. En el año de los centenarios y bicentenarios. En el año, my friend, de los símbolos.
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