LOS PROLEGÓMENOS DE UNA TRAICIÓN
Por Gerardo Reyes Gómez (LD 13-08-07)
Es curioso como algunos ciclos de la historia se repiten para hacernos ver que no hemos aprendido de las lecciones del pasado. Hoy Felipe Calderón se encuentra en la misma tesitura que Victoriano Huerta, cuando conspiraba el pacto de la embajada, a favor de Henry Lane Wilson.
Dentro de una semana Felipe Calderón está citado para entrevistarse con George W. Bush y, para disimular el carácter de una traición, el Pacto México-Colombia, auspiciado por el Congreso de los EE. UU. será firmado en Canadá, ante la presencia del primer ministro canadiense Stephen Harper, en Quebec, los días 20 y 21 de este mes. Pacto que desde hace meses se venía preparando en el Pentágono y el Departamento de Estado.
El pretexto para la formulación del documento, con miras a ocultar que fue impuesto a México por el imperio, fue que el “valiente” Felipe Calderón solicitó ayuda al Congreso estadounidense para intervenir en la lucha antinarcóticos que sostiene México con la delincuencia organizada.
En el trasfondo de las cosas está el hecho de que el Plan México-Colombia, sustituyó al Plan Puebla-Panamá, mismo que fracasó en el pasado sexenio.
Sin embargo, la traición está ahí. Calderón permitirá la entrada de recursos financieros autorizados por el Congreso y a cambio de ello, México recibirá asesores militares estadounidenses, vestidos de civil, algunas veces, para “capacitar” a nuestras fuerzas armadas y de seguridad. A cambio, el gobierno de los EE. UU. recibirá información estratégica de nuestros avances y estructuras, así como la información de quién entra y sale del país y sus actividades en México.
La “ayuda” que se recibirá del imperio estriba en equipos de alta tecnología (hardware y software) para intercepción de todo tipo de comunicaciones electrónicas, su decodificación y detección de códigos potencialmente peligrosos para la seguridad nacional, pero no la de México, sino de los EE. UU. A partir de su puesta en operación no habrá comunicación telefónica, radial, satelital, y de cualquier otro tipo que se transmita por cable o inalámbrica que no quede registrada en los nodos de desciframiento de los servicios de inteligencia del señor Bush, como la CIA o la DIA.
Que nadie trate de convencer a los mexicanos de que no hay segundas y terceras intenciones con el pacto secreto de Calderón, como tampoco asustar a México con el petate del muerto, la pérdida de soberanía con la firma del pacto secreto de Calderón será una realidad a partir de que el traidor estampe su firma en ese documento, porque ninguna nación, y menos el imperio, otorga recursos financieros, militares y de inteligencia, a cambio de nada. En las minutas del Congreso de los EE. UU. tendrán que estar consignadas las verdaderas razones para el otorgamiento de la “ayuda”.
Mientras en México los actuales líderes del Congreso se encuentran enfrascados en luchas intestinas por mantener los privilegios de sus posiciones políticas, Calderón en secreto les escamoteó sus avances en la venta del resto del país, aquella porción que no fue entregada al final de la Guerra de 1848. Pero el enemigo no cejó en sus empeños ni quitó el dedo del renglón, lo volvió a intentar con Victoriano Huerta y ahora con Felipe Calderón. Las tentaciones del PAN fueron muchas y poderosas y si Calderón muere como Huerta, envenenado en una cárcel militar estadounidense, se habrá ganado la justicia de la historia y el ciclo se habrá cerrado.
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