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LE NOUVEAU GOUVERNEMENT MEXICAIN EST ENTRE EN GUERRE SAINTE CONTRE SON PROPRE PEUPLE. ARRESTATIONS ARBITRAIRES D'HOMMES POLITIQUES COMME DE SIMPLES PASSANTS QUI AVAIENT LE MALHEUR DE SE TROUVER AU MAUVAIS ENDROIT AU MAUVAIS MOMENT, GENERALISATION DU VIOL DES PRISONNIERES, DE LA TORTURE Y COMPRIS SUR DES ENFANTS DE HUIT A DOUZE ANS , CENSURE DE TOUTE OPPOSITION... LA LUTTE NE FAIT QUE COMMENCER. El nuevo gobierno mexicano a entrado en guerra santa contra su propio pueblo. Imposición, traición, doble discurso, ruptura del pacto social, ningún respeto por los derechos humanos con la consiguiente tortura, prisión, muerte de luchadores sociales e inocentes. Censura y desprecio por la cultura y la educación.... LA LUCHA COMIENZA.

jeudi 26 juillet 2007

El espejismo democratico


El universal

Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
26 de julio de 2007

‘El espejismo democrático’

El nuevo libro de Lorenzo Meyer es una suma de reflexiones intensas sobre el país que nos ha tocado vivir

Es el título del nuevo libro de Lorenzo Meyer. Y es también un instrumento fundamental para entender el México de nuestro tiempo. Primero, porque es de una inteligencia deslumbrante, lo cual no es nuevo en su autor, pero siempre se agradece. Además, es una suma de reflexiones intensas y profundas sobre el país que nos ha tocado vivir y testimoniar en los años recientes.

El espejismo democrático tiene un subtítulo que explica en gran medida la obra: De la euforia del cambio a la continuidad. Así, Meyer captura magistralmente los años recientes para reseñarnos las grandes esperanzas que suscitó el 2000 en el ánimo de la mayoría de los mexicanos con lo que se suponía no sólo un cambio de gobierno sino un cambio de régimen. Luego, implacablemente desglosa las causas de la gigantesca desilusión colectiva. Desde el principio advierte: “El año 2000 no desembocó en un nuevo marco legal sino en la permanencia de casi todo lo anterior... la vida económica sigue sin vitalidad, la estructura social está tan desequilibrada o más que antes, la estructura institucional mantiene su ineficacia... lo mismo que la corrupción de políticos y administradores. El cambio no llegó...”.

Desde luego que Meyer encuentra en Vicente Fox al principal responsable del desencanto democrático pues “simplemente no estuvo a la altura de su responsabilidad histórica y dañó el proceso de consolidación democrática en su etapa inicial”. Sobre todo porque como primer beneficiario de un proceso legal en el 2000, Fox tenía la obligación moral de contribuir a refrendar la vía democrática en 2006. En lugar de eso, decidió empequeñecerse a cambio de unos milloncitos para irla llevando en el rancho y pasar a la historia como un grandote en lugar de un grande: el hombre que “puso en riesgo el proceso electoral de 2006”, a decir del propio Tribunal Electoral. En este punto Lorenzo es muy claro: “La acusación de fraude todavía tiene que ser probada, la de inequidad no”. En ese capítulo también hace una valiente revaloración del papel de Andrés Manuel López Obrador de quien, aún ahora, asegura que no está muerto políticamente como quisieran sus malquerientes de la derecha. Todavía más, lo compara con Madero en su incesante recorrido plaza por plaza a lo largo y ancho del mapa.

Pero además del inventario del foxismo y sus consecuencias, Meyer analiza algunos de los grandes temas del país en forma brillante aunque se trate de oscuridades: el desperdicio de una oportunidad histórica; el fracaso en el eterno combate a la pobreza como resultado directo o indirecto de decisiones políticas; el enfermizo déficit en el sistema de pensiones; el fenómeno persistente de los caciques frente a los movimientos sociales como en el caso de Oaxaca; el peso creciente de la Iglesia católica en las decisiones de gobierno y por supuesto la corrupción política como atarjea pestilente de la que brotan las aguas negras de nuestros males. Sobre esta enfermedad endémica de nuestro sistema, Meyer es también terminante: “Si en algún momento de optimismo se llegó a considerar que el cambio reciente en México iba a influir de manera notoria y positiva en la solución de este viejo problema, ya no es el caso. La corrupción se mantiene como una característica central de nuestra vida pública”.

Sin embargo, el capítulo más apasionante es el que Lorenzo Meyer dedica a “La derecha y el miedo como estrategia política”, donde establece: “No se necesita ser un observador agudo para detectar que el temor mezclado con el enojo fue un componente central de la atmósfera que envolvió el proceso electoral. La defensa de los intereses creados ante la muy relativa amenaza de una izquierda no radical empezó con el uso de los videos que pusieron en duda uno de los puntos fuertes del precandidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador: su honradez. Fracasado ese intento, se puso en marcha un plan B —el desafuero— para, finalmente, tras otra frustración, apostar todo a un plan M: el del miedo... presentando a AMLO como un peligro para México”.

Finalmente, en este libro clave para explicar la actual realidad mexicana se puntualiza: una democracia construida sobre la base del miedo no es otra cosa que miedo a la democracia.

ddn_rocha@hotmail.com

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Sitio: Sergio Aguayo Quezada

Los miedosos
Sergio Aguayo Quezada
sergioaguayo@infosel.net.mx
Reforma
25 de julio de 2007

Los políticos se encogen y se hacen chiquitos frente a la ciudadanía organizada. La elogian en el discurso pero la excluyen con mañas. Les interesan los cortesanos, no los ciudadanos.
En su último libro (El espejismo democrático) Lorenzo Meyer sostiene que en las elecciones del 2006 reapareció el miedo atávico de la derecha a la democracia cuando ésta puede servir para que la izquierda llegue al poder. El enunciado provocó un debate en la revista Proceso entre Meyer, Enrique Krauze y Jorge Castañeda sobre la democracia y sus reglas en nuestra historia. Aunque luego regresaré a esa discusión por ahora tomo la tesis de Meyer para discutir las ideas lanzadas en la entrada de esta columna.
El gobierno del Distrito Federal está organizando el domingo 29 de julio una "Consulta Verde". Somete a consideración de los capitalinos propuestas atractivas: sustituir todos los microbuses, mejorar el transporte público, hacer obligatorio el transporte escolar para las escuelas particulares, poner árboles en las azoteas de las nuevas construcciones, construir 500 nuevos pozos de absorción, etcétera. De concretizarse mejoraría en algo la miserable calidad de vida de los capitalinos y contribuiríamos a frenar la destrucción del planeta.
Lo que más impacta son las facilidades para participar en la consulta. Habrá mil 600 módulos instalados en plazas públicas, parques, jardines, en la ruta del ciclotón, en las cadenas de tiendas Oxxo. A los perezosos o los ausentes les bastará con levantar el teléfono y hablar a Locatel o conectarse al internet y opinar proporcionando una sola de las siete claves numéricas incluidas en la credencial de elector.
Las facilidades están incluidas en la Ley de Participación Ciudadana que en otras partes de su articulado se transforma en un déspota implacable y despiadado para la sociedad. Al gobernante le concede la libertad de que decida cuáles serán los requisitos y la metodología a emplear en sus consultas. A los ciudadanos deseosos de organizar una iniciativa popular los confronta con exigencias absurdas. Además de reunir alrededor de 35 mil firmas (o 0.5 por ciento del padrón) tienen que escribir en el formato respectivo firma, nombre, dirección y ¡las siete claves numéricas incluidas en la credencial de elector! Son tantas las dificultades que conlleva hacerlo que nunca se ha organizado una iniciativa popular.
Para algunos las rigideces se explican por el pasado priista de Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno cuando se aprobó la ley. Nadie disputa la poca
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simpatía de AMLO hacia la transparencia o la participación. Lo curioso es que los panistas que nacieron, crecieron y envejecieron en medio de hosannas a la ciudadanía superan al perredismo cuando de imponer dificultades a la sociedad se trata.
La Ley de Participación Ciudadana de Guanajuato del 2002 incluye el plebiscito, el referéndum simple y constitucional y la iniciativa popular. A todas estas figuras se les impone un número alto de firmas, pero con la iniciativa popular llegan a niveles inconcebibles. Además de tener que conseguir las firmas del 3 por ciento de los inscritos en la lista nominal (92 mil 387 ciudadanos) deben anexar ¡una fotocopia fotostática de la credencial de elector de cada uno de ellos!
Son obstáculos que dificultan la participación. En noviembre del 2005 tres organismos -Alianza Cívica, Presencia Ciudadana y Propuesta Cívica- iniciaron una campaña para reunir un millón de firmas y solicitar la reducción en un 50 por ciento del millonario financiamiento público entregado a los partidos. Contaron con el respaldo de columnistas e intelectuales; entre otros Denise Dresser, Germán Dehesa, José Antonio Crespo y Miguel Ángel Granados Chapa. La idea fue recibida con entusiasmo pero luego aparecieron los problemas para recolectar las firmas porque en lugar de contentarse con el nombre y la firma en algunas entidades se intentó cumplir con las leyes locales para, de esa manera, darle formalidad a la petición. El proceso se hizo lento y quedó atrapado en el huracán de enojos y desconfianzas desatado por las elecciones del 2006.
La democracia es un sistema de gobierno muy complejo porque depende de elecciones confiables y de que una parte de la ciudadanía se involucre de manera activa en la solución de los problemas. Pensaba que la alternancia abriría las compuertas a la incorporación social a la vida pública, pero en ese terreno los gobiernos del PAN y del PRD se han comportado de la misma manera que el PRI. Sigue siendo frecuente escuchar a los gobernantes de todos los partidos solicitar el apoyo de la sociedad, pero cuando la ciudadanía desea involucrarse de forma autónoma aparecen los candados de la legalidad, la burocracia y la falta de voluntad política.
Aparecen una vez más las simulaciones tan propias de una democracia en la que aceptamos los resultados de las elecciones aunque un porcentaje considerable no confiemos plenamente en ellas; toleramos a un ombudsman nacional experto en congraciarse con los poderosos y con los que piensan como él; sufrimos a un partido verde más ocupado en la administración de sus prebendas que en el medio ambiente; nos azoramos ante la displicencia oficial hacia unos sindicatos que oprimen al trabajador en lugar de defenderlo; nos indignamos con la glotonería e ineficacia de los partidos... y es bien poco lo que podemos hacer porque los consejos consultivos y las consultas y las iniciativas son meros floreros creados para adornar la decisión del poderoso.

Ante este panorama y después de que se realice la "Consulta Verde" el gobierno de la ciudad podría lanzarse a desmontar los candados que hacen casi imposible la participación ciudadana organizada. Sería una forma de diferenciarse con hechos de los gobiernos de la derecha y de demostrar que al menos ellos no tienen miedo a los ciudadanos. ¿Se atreverán?
La Miscelánea
Pese a los obstáculos impuestos por la Ley de Participación Ciudadana del Distrito Federal continúa el esfuerzo por reunir las 25 mil firmas que faltan para presentar ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal la iniciativa solicitando la reducción en un 50 por ciento del financiamiento público a los partidos. Los capitalinos interesados en firmar o colaborar pueden consultar la página de Propuesta Cívica -de la cual formo parte- www.propuestacivica.org.mx o comunicarse al 5604-0551.



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