Vecinos al borde de un ataque de nervios
Marcela Gómez Zalce
Nadie está libre de declarar absurdos, mi estimado, lo delicado es hacerlo en serio. Las peligrosas señales ocurridas con el inédito repiquetear, durante cerca de nueve minutos, de las campanas de la Catedral mientras se llevaba a cabo la tercera CND en la plancha del Zócalo capitalino, y que originó que manifestantes alborotaran las aguas benditas, deben ser cuidadosamente sopesadas para evitar una volátil escalada en los ya de por sí acelerados ánimos sociales. Porque en este episodio, donde la provocación emana desde el ámbito divino, era predecible una reacción.
Una vez más, my friend, el epicentro de la polémica tiene el simpático sello de Norberto Rivera, quien debería ser el primero en apaciguar el confuso vendaval donde nadie gana. Porque no se necesitan demasiadas neuronas para pronosticar lo que una sembrada provocación en esos momentos desataría, pues.
México vive, pese al discursillo de Felipe, momentos de tensión extrema.
Y si le agrega que gracias a los recientes procesos electorales se ha develado que la lucha contra el narcotráfico sigue siendo un frívolo good will federal, el panorama sigue manifestando infinidad de focos rojos. La declaración, el pasado 17, de Thomas A. Shannon, secretario de Estado adjunto del Hemisferio Occidental estadunidense, en el sentido de que México vive una situación de emergencia ante el divertido embate del organizado crimen, es una muestra más de la ansiedad bilateral.
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