Cumbres borrascosas
Juan Diego García (especial para ARGENPRESS.info)
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No falta razón a Kirchner, Morales, Correa, Chávez y Ortega cuando denuncian la conducta de las multinacionales españolas en sus países. Ortega acusó a una empresa eléctrica de “prácticas mafiosas”; el gobernante argentino hizo públicas las presiones inaceptables de algunas multinacionales españolas sobre su despacho; Morales recordó cómo desde siempre su país ha sido saqueado impunemente con la complicidad de una oligarquía criolla corrupta e incapaz y Chávez recordó cómo esos empresarios que hoy piden “seguridades” y “respeto a las leyes” son los mismos que participaron entusiasmados en un fallido golpe de estado que estuvo a punto de convertirse en una guerra civil.
El discurso de Rodríguez Zapatero no pudo ser más desafortunado, elogiando el modelo neoliberal y defendiendo a las multinacionales españolas. Defender el modelo neoliberal en Latinoamérica, así se haga con el mejor talante del mundo y “sin sectarismo” es como mentar la soga en casa del ahorcado. La dura respuesta de varios presidentes era inevitable pues hasta los más fervientes neoliberales de la región reconocen los fallos del modelo y prometen correcciones a una estrategia que ha hundido a Latinoamérica en un grado de desigualdad y pobreza sin parangón. La emigración, por ejemplo (un tema central de la cumbre) es tan solo una parte – eso sí, de las más dolorosas- del coste en vidas y bienes que la estrategia neoliberal ha impuesto a los pueblos de este continente mientras crece sin medida la riqueza de las elites locales y las multinacionales (incluidas las españolas) hacen su agosto.
La imagen progresista del presidente español en Latinoamérica ha sufrido un deterioro irreparable aunque en la propia España el nacionalismo ramplón valore la actitud del presidente como una defensa valiente de los “intereses nacionales”. Menos aún se entiende la defensa de Aznar, acusado con sólidas razones de estar detrás del frustrado golpe de estado contra Chávez, un asunto éste que el propio ministro Moratinos reconoció en un debate público y luego, nada menos que en el mismo parlamento español. ¿Se investigó al respecto? ¿Se presentaron excusas al gobierno de Venezuela? ¿Se han ofrecido seguridades de que tal conducta violatoria de la legalidad internacional no se repetirá?. Sin tomar en cuenta los discursos de los empresarios y del presidente español el asunto queda reducido al rifirrafe, lo anecdótico, el puro paisaje del problema. La prensa de España (y sus socios de Latinoamérica), fieles a quien financia, obvian el contexto, ocultan lo que pueden y destacan con generosidad lo secundario.
Muy grave es igualmente la denuncia del presidente Ortega acusando al embajador español de conspirar con la derecha de Nicaragua para evitar un triunfo del sandinismo en las recientes elecciones (¿órdenes de quién?). Las prácticas intervencionistas no son de recibo y repugnan al espíritu que se supone debe presidir las relaciones entre los países de la comunidad Iberoamericana. ¿Aceptaría España que un país latinoamericano interviniera en sus asuntos internos?
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