Fox y Calderón

Felipe mete el pie...

• Calentura legislativa
• El avioooooón...

Marcela Gómez Zalce

Realizar tonterías, mi estimado, no siempre es cosa de tontos. Sube el volumen alrededor de Vicente Fox y su riqueza desenvuelta a lo largo de su sexenio. El asunto no sólo concierne a la figura del ex presidente, sino también abarca a los hijos de Marta, los Bribiesca Sahagún, señalados repetidamente durante demasiadas lunas en los últimos años por su interesante ascenso en sus niveles de vida. Tratar de tapar el sol con comunicados mediáticos jugando al Tío Lolo es insultar la inteligencia de millones de mexicanos.

En este original partido entre Fox y Calderón, my friend, el ranchero guanajuatense ha colocado con inusual desafío la pelota en la cancha de la administración calderonista que ha postergado pintar su raya frente a su sucesor quien está dejando la divertida bolita crecer. ¿Será parte de una estrategia integral...?

El espléndido asunto no es menor y enriquece, perdón, enrarece el curioso ambiente de la arena política donde están sucediendo cosas dignas de the fucking twilight zone. Veamos.

El estupendo botón del mentado gasolinazo pinta de cuerpo entero las extrañas bolas que se hacen nuestros intrépidos legisladores desde su discusión ante los aprietos financieros del célebre chisguete fiscal. La intención de Los Pinos fue bastante clara desde el inicio y el titular de Hacienda, Agustín Carstens, anduvo de viajero frecuente en el cabildeo con los gobernadores para venderles la zanahoria. El pacto con las lacritas tricolores fue, también, puntual y cristalino.

El grotesco meollo es que, tropezando en el lodazal de la semántica, amable lector, el PRI negó la autoría del atropello aceptando ser aval, como si esto los exonerara del asalto en despoblado.

Hoy sigue la histérica discusión aderezada, además, con esquizoides declaraciones que oscilan sobre la innegable escalada en los precios de varios productos y la negación absoluta de ello. Entre los avisos de alerta internacional sobre la seductora cifra inflacionaria y la negación despótica de ese riesgo.

La pelotita de combustible ardiendo es aventada sin el mayor recato mientras la realidad es que el calderón social está llegando a su punto de ebullición.

Por si fuera poco la discusión actual es la fecha en que se aplicará el temerario impuesto —¿para la temporada de octubre o enero... o más bien otoño o invierno?— al mismo tiempo que las otras lacritas, las amarillas, están decididas a evitar el original atraco.

La delicada medida al final tendrá un costo electoral por donde la quiera ver. En el PAN lo saben y en el PRI, también. El ocurrente titubeo mediático alrededor del timing no deja de ser, digamos, llamativo. Porque los mexicanos, que no son imbéciles y saben que al final de la entretenida tenebra están el Gymboree y Felipe Calderón. ¿Por? Simple.

El muy ameno (tubazo) favor de la bancada del PAN en San Lázaro sumándose al PRI para gestionar ante el inquilino de Los Pinos que el volátil decreto sobre el aumento a la gasolina y al diésel se aplace hasta enero vuelve a mostrar que en el fondo no hay consenso, simpatía, aceptación y buenos ojos ante la medida que, again, tendrá repercusiones en varios ámbitos incluyendo el electoral donde Michoacán está a la vuelta de la esquina.

Este maravilloso titubeo devela otra faceta más de la presión presidencial para parir este frankenstein... justo en medio del intenso cabildeo tricolor para la aprobación de la reforma electoral en los distintos Congresos estatales —adelantándose a la sugestiva tentación para amenas confusiones— y en la evolución de otros etéreos experimentos en el laboratorio legislativo como la Ley Televisa reloaded y la iniciativa de Ley sobre justicia y seguridad pública que ha terminado agandallando, perdón de nuevo, confeccionando, el ilustre Cabeza de Vaca notarial —después de un par de golpes bajos a su sucesor (deporte muy de moda) Eduardo Medina Mora— donde faltan algunos trascendentales puntos sobre las constitucionales íes.

Los aires de estupendas prisas tempestuosas vuelven a soplar. Quizá porque Felipe Calderón no quiere perder la encantadora calentura que ha contagiado al Congreso federal. Quizá porque si quita el pie del acelerador y llega diciembre con su distintivo hielo congele los ánimos legislativos y esperar la llegada de la primavera podría ser... tarde.

O quizá y quiere aprovechar los arrojos (¿o serán suicidios?) para subirle la temperatura al horno y que reviente lo que tenga que reventar.

Naughty boy indeed, my friend...

Por la Mirilla

El avión... el avión... ¿qué se desplomó?... y ahí viene el boomerang.