El gigante postrado
De brillante porvenir
Rolando Cordera Campos
De poco han servido los alegatos jurídicos sólidos y sensatos hechos por los especialistas sobre la reforma constitucional electoral propuesta. Al grito de al ladrón, los salvadores de la legalidad se saltan las trancas de la legalidad misma, ponen en cuestión la capacidad del Congreso para legislar y reformar la Constitución y se inventan un IFE etéreo al que todos, en especial los partidos políticos, deben rendir obediencia y servir tributo. Su papel arbitral originario pasó a la historia gracias a una curiosa teoría constitucional pergeñada a golpe de columna o de diatriba a la medianoche en algún canal televisivo, sin siquiera tomar en cuenta la opinión de varios consejeros que difieren de su presidente y advierten que la defensa del instituto no puede hacerse a periodicazos.
Mientras todo esto ocurre y nos desgasta sin pausa, después de orar y vivir las glorias del pasado el presidente Calderón hace mutis y emprende vuelo a los mares del Sur sin escala en el Congreso, donde se discuten la reforma electoral y la miscelánea del sufrido secretario Carstens. La angustia fiscal ha llegado al cuello y ni el gobernador Ortiz se salva de la ira panista, que sin más arremete contra sus cálculos económicos.
Treinta años de reforma para ampliar la representación política de los mexicanos, pero sin tocar los núcleos y nudos duros del Estado y del poder material, nos han llevado a un sistema plural y sin duda representativo donde nadie coopera y todos erigen la zancadilla en sabiduría política y hombría de Estado. Representación sin cooperación y establemente estancados: el presente continuo, pero sin posmodernidad a la mano.
De brillante porvenir... hasta que llegaron Fox y sus lecciones de amnesia histórica y su crucifijo en el auditorio. Si no se quiere ir más lejos, fue ahí que se jodió Tenochtitlán y no hay Diosa de la Tierra que nos redima. En mala hora se descubrió el portento.
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