Censura, bla, bla y mentiras
El universal Diccionario del trapecio verbal Carlos Monsiváis 9 de septiembre de 2007 |
La censura ejercida contra la diputada perredista Ruth Zavaleta, presidenta en funciones de la Cámara de Diputados, y cuyo discurso no fue transmitido por “políticamente incorrecto”, ha tenido hasta el momento varias consecuencias:
—Evaporó cualquier efecto posible del “pacto de civilidad” entre los partidos políticos, que festejó en vano el secretario Francisco Ramírez Acuña. El pacto convenido se desbarató en el segundo en que intervino la censura, que probó una vez más que confiar en el gobierno es desperdiciar el sentido de ubicación.
—Despoja de la atención posible (incuantificable) al informe presidencial de Felipe Calderón que, en lo básico, se atuvo a la más enfática de las pasiones gubernamentales de todos los tiempos: el autoelogio, sin diques, sin consideración alguna por los hechos, un bálsamo, un milagro serial: “En un año la pobreza huyó intimidada”, o algo así.
—Auspició otra emisión de la ceremonia ancestral, la del chivo expiatorio, al “renunciar” salva al organismo de Los Pinos, Cepropie, de su pecado original (obedecer luego, lueguito las órdenes de la superioridad). Se cesa al señor Palavicini porque sí dio las órdenes de expulsar del tiempo sagrado a la diputada Zavaleta, aunque lo hizo un día después de lo ocurrido y a solicitud enérgica de sus jefes.
—Devolvió al redil tradicional de los chistes sagaces o previsibles (casi lo mismo) el sentido exacto de la expresión “falla técnica”.
—Le dio al señor Ramírez Acuña la oportunidad cromática necesaria para enojarse y decir que el color verde era el de la religión, esa ciencia ecológica que transporta al cielo de la defensa de los recursos naturales.
—Le dio oportunidad a la memoria de precisar en algo el 1 de septiembre de 2007.
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A lo largo de la era del PRI, ese tiempo feliz que resucita en ocasión de ceremonias culminantes, represiones, votaciones de carro y jet completos, bodas y bautizos, algunos eufemismos se han usado con tal regularidad que se vuelven parte de la mínima o máxima sabiduría política de la población entera, tan urgida de refranes y frases de ocasión. A continuación una lista breve de estas obviedades que desearían ser trampas:
—Renuncia por motivos de salud: la expresión clásica por excelencia que engalana de razones médicas a los despidos, a sabiendas de que como explicación no será creída por nadie.
—En México no hay presos políticos, sólo delincuentes del orden común: el primer emisor de este barbarismo judicial es el presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), que lo enarbola ante la protesta por los encarcelamientos de los líderes del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros, encabezados por Demetrio Vallejo, Valentín Campa y un grupo valeroso enviado a la cárcel (Lecumberri y Santa Marta Acatitla) 11 años y medio por el delito de “disolución social”, que es tan solo y únicamente el ejercicio del derecho de huelga. Luego, en 1968 los estudiantes del Consejo Nacional de Huelga van a la cárcel por “subversión”, y la lista sigue hasta los gobiernos de Fox y Calderón, que multiplican el número de presos políticos (ejemplos: Oaxaca, Atenco, los hermanos Cerezo, etcétera).
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—Fallas técnicas: disculpa patética y pueril en casos de censura flagrante.
—Fallas técnicas: si el evento no es político, puede tratarse en efecto de fallas técnicas.
—Fallas técnicas: si el evento no es político, puede tratarse de un ensayo general para cuando haga falta.
—Errores de procedimiento que no ensucian la buena marcha del proceso electoral: válido en 1988 para certificar “la limpia, contundente e inobjetable victoria” de Carlos Salinas de Gortari, y concepto refrendado en julio de 2006 por el IFE del inefable Luis Carlos Ugalde (“si me corren se confirmará que hubo fraude electoral”).
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—Faltas a la moral y las buenas costumbres: expresión que maquila las culpas administrativas, oportunidad para los fundamentalistas de ejercer la venganza del Dios de los Ejércitos, represión móvil que actúa a discreción en caso de “anomalías en el paraíso de la tradición”.
—No despierten al México bronco: no se les pase definitivamente la mano al atizar el descontento con todavía más injusticia social, porque hasta los más resignados pueden enfurecerse. O de cómo el cordero es león asimilado.
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—Démosle algo a la izquierda para que no se regresen a los cerros: una de las expresiones más perniciosas jamás producidas y que:
A) Supone la existencia de un centro político benefactor y providencial.
B) Imagina a la izquierda como una banda milenaria armada que busca irrumpir en los cocteles a gritos de “muera el alfabeto y muera Beto” (así de improvisada es la izquierda).
C) Supone que la filantropía política es un buen recurso de los gobiernos.
—Fue únicamente un abuso de la autoridad: la disculpa típica de las represiones salvajes.
—Llegaremos a fondo en la investigación de estos crímenes, caiga quien caiga: a corto y mediano plazo no pasará nada; a largo plazo, ya dirán Dios o la historia o el longevo de buena memoria.
—Vivimos en pleno estado de derecho: resígnate: si no tienes mucho dinero para conseguirte un buen abogado, o si no eres alto funcionario, te va a ir mal. Resígnate: la ley es dura, pero está tarifada.
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—Se acabaron definitivamente las inercias y las corruptelas de los gobiernos anteriores: perdón, instituciones de la continuidad y el continuismo por negarlos un ratito, pero en esta parte del discurso hacen falta algunos aplausos.
—El que no entienda o la que no entienda que ya las cosas cambiaron muy en serio, que vaya redactando su renuncia: sentencia equivalente a “si nadie nos cree, vamos a echar relajo con frases poca madre”.
—Mientras se logra la igualdad de oportunidades, tratamos de serenar los ánimos: se explica sólo como solicitud de amnesia luego de las campañas de odio dirigidas por quienes de pronto buscan la concordia.
—Faltan logros, pero vamos por buen camino: la gleba siempre será gleba y los que ya atravesaron la puerta estrecha no tienen por qué preocuparse por la democracia.
Escritor
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