Tras el enamoramiento, la relación depende de ciertos neurotransmisores
A mayor dopamina, la persona es más inquieta, aventurera; si es más la serotonina, más tradicional; en caso de la testosterona es directora, y si hay más estrógenos, negociadora, explican investigadoras de la UNAM
El amor es un proceso químico complejo que no entra por la vista, sino por el olfato. Los humanos –al igual que muchas especies– despiden sustancias químicas que generan atracción o repulsión hacia otros, por lo que el enamoramiento es en principio
un instinto netamente animal. Sin embargo, en ocasiones no basta con hacer química para que una relación amorosa funcione. Se ha descubierto que los temperamentos (generados por la presencia de ciertos neurotransmisores en el cerebro) están ligados al proceso amoroso.
Gilda Flores, investigadora del departamento de ciencias biológicas de la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó que en el proceso amoroso intervienen varios neurotransmisores en el cerebro que “provocan una cascada de sentimientos.
La frase popular de hacer química es muy cierta. Todos los humanos producimos en las células de la piel, sobre todo en axila y entrepierna, sustancias (feromonas) de peso molecular muy pequeño que al ponerse en contacto con la temperatura corporal pasan al estado gaseoso. Eso es el aroma.
El olfato humano es capaz de detectarlas a 50 metros. Los receptores se ubican dentro de la nariz, en el órgano vomeronasal.
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