El caos como cosa cotidiana: Immanuel Wallerstein
no sabe que está viviendo una situación caótica cuando: (1) los principales medios se sorprenden constantemente por lo que ocurre; (2) las predicciones de corto plazo de los variados expertos van, de un modo radical, en diferentes direcciones y son expresadas con muchas reservas; (3) el establishment se atreve a decir cosas o utiliza palabras que antes eran tabú; (4) la gente ordinaria está asustada o enojada pero muy insegura de qué hacer. Ésta es una buena descripción de los pasados dos años por todo el mundo, o al menos en la mayor parte del planeta.
Consideren las recientes enormes sorpresas
–la elección de un senador republicano en Massachusetts; el colapso financiero en Dubai; la casi bancarrota de varios de los grandes estados dentro de Estados Unidos y de cuatro o cinco de los estados miembros de la Unión Europea; las severas fluctuaciones cambiarias en el mundo.
Estas sorpresas
son comentadas a diario en la prensa internacional y por los principales líderes. No concuerdan en todo acerca de lo que ocurre, y menos aun acerca de lo que debería hacerse para mejorar la situación. Por ejemplo, he visto tan sólo dos declaraciones inteligentes acerca de los resultados electorales en Estados Unidos.
Una fue del mismo Barack Obama: La misma cosa que propulsó a Scott Brown [republicano] al cargo, me propulsó a mí a la presidencia. La gente está enojada, y está frustrada
. Y la segunda aseveración fue de Charles M. Blow, editorialista afroestadunidense en el New York Times. Tituló su artículo, La ley de la calle
. En éste, dice: Demos la bienvenida a la plebe: un electorado enojado, herido, enfurecido por la recesión, que marcha a la deriva por todo el espectro político, que continúa ansiando el cambio, alimentando su sed de sangre
. Primero eligieron a Obama; ahora lo rechazan. ¿Por qué? La plebe es veleidosa
.
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