La calidad moral de los panistas
Rayuela
Si la cleptocracia va de los votos a los Blackberries, ¿qué será de Pemex?
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- Mis críticos, ¡que chinguen a su madre!
El góber de Jalisco al cardenal: "hicimos un buen desmadre"
- González Márquez dice que "le vale" lo que unos pocos opinan de los donativos a la Iglesia
- Pide a Sandoval Íñiguez que lo absuelva y aporta $15 millones a grupo ligado al clero
Editorial
Los denuestos soeces vertidos en público la noche del miércoles por el gobernador panista de Jalisco, Emilio González Márquez, en contra de quienes critican que disponga de centenares de millones de pesos del dinero público para financiar a la Iglesia de su preferencia, tienen un calado mayor que el de la mera patanería, que es, desde luego, indeseable y repudiable por sí misma en quien ejerce una jefatura de gobierno por representación popular. En la medida en que González Márquez considera que sus detractores no merecen atención mayor que un destemplado “chinguen a su madre” deja ver el desprecio que le suscita la pluralidad política y social del país, así como su noción de que, si “la gente votó por él”, él tiene, en consecuencia, el derecho de hacer lo que le venga en gana con la propiedad pública. En su visión de la política, González Márquez sabe “lo que se tiene que hacer en Jalisco”: “un desmadre” entre él y el cardenal Juan Sandoval Íñiguez. Parte de ese “desmadre” consiste en desviar fondos públicos para organismos católicos, y parte, para atentar contra el principio de laicidad del Estado.
(...)
Las expresiones de González Márquez coincidieron con un hecho vergonzoso que no tiene precedente en la historia de la diplomacia mexicana: Rafael Quintero Curiel, subdirector de Coordinación y Avanzada de la Presidencia, con un salario mensual bruto de casi 40 mil pesos y que trabajó en la organización del viaje de Calderón a Estados Unidos, fue acusado por el robo de teléfonos celulares pertenecientes a empleados públicos del país anfitrión; el hurto fue perpetrado durante la reunión trilateral que tuvo lugar en Nueva Orleáns entre el presidente de Estados Unidos y sus colegas canadiense y mexicano, y el empleado de Los Pinos fue descubierto por grabaciones de cámaras de vigilancia.
(...)las similitudes de ambas acciones son inocultables y, junto con los monumentales latrocinios del sexenio pasado, no por encubiertos menos escandalosos, dan una pauta para ubicar en su justo sitio el talante moral del panismo en el poder.
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