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LE NOUVEAU GOUVERNEMENT MEXICAIN EST ENTRE EN GUERRE SAINTE CONTRE SON PROPRE PEUPLE. ARRESTATIONS ARBITRAIRES D'HOMMES POLITIQUES COMME DE SIMPLES PASSANTS QUI AVAIENT LE MALHEUR DE SE TROUVER AU MAUVAIS ENDROIT AU MAUVAIS MOMENT, GENERALISATION DU VIOL DES PRISONNIERES, DE LA TORTURE Y COMPRIS SUR DES ENFANTS DE HUIT A DOUZE ANS , CENSURE DE TOUTE OPPOSITION... LA LUTTE NE FAIT QUE COMMENCER. El nuevo gobierno mexicano a entrado en guerra santa contra su propio pueblo. Imposición, traición, doble discurso, ruptura del pacto social, ningún respeto por los derechos humanos con la consiguiente tortura, prisión, muerte de luchadores sociales e inocentes. Censura y desprecio por la cultura y la educación.... LA LUCHA COMIENZA.

jeudi 24 janvier 2008

¿Xenófobos?

Sergio Aguayo Quezada
saguayo@colmex.mx

Disiento de quienes acusan a la izquierda mexicana de estar utilizando el caso Mouriño para desenterrar la xenofobia antiespañola. Acepto la posibilidad de que en el futuro surjan brotes de odio contra los extranjeros.

Edmundo O'Gorman escribió ensayos memorables sobre la forma en que los españoles procesaron mentalmente los descubrimientos hechos por Cristóbal Colón. Terminaron "inventando" ideológicamente a la América para conciliar lo nuevo con el dogma religioso que encorsetaba todas las expresiones de la experiencia humana. También se las arreglaron para encontrar fórmulas que legitimaran la explotación del indígena.
Los nativos y sus descendientes enfrentaron el mismo reto aunque desde el rincón de los vencidos. Tuvieron que incorporar lo diverso a su cosmovisión para fundirse una identidad donde se acomodaron o encimaron lo ancestral con lo recién llegado. En ese crisol germinó el impulso a la independencia que incluyó, en su versión más extrema, la negación de lo español, que adoptaría el agresivo "y que mueran los gachupines" (según Antonio Alatorre "gachupín" proviene del portugués y quiere decir bisoño o recién desembarcado).
Pero eso fue hace mucho tiempo y el antiespañolismo parecía enterrado. En los últimos días algunos columnistas mexicanos y el corresponsal en México de La Vanguardia de Barcelona critican a la izquierda de desencadenar la xenofobia (odio al extranjero) tomando como pretexto el nombramiento de Juan Camilo Mouriño como secretario de Gobernación. La izquierda es presentada como intolerante e incongruente.
La acusación no se sostiene con la evidencia disponible. Revisé con cuidado todo lo declarado o escrito sobre el caso Mouriño y encontré algunas expresiones despectivas; la de más alto nivel vino de Gerardo Fernández Noroña, a quien su mismo partido, el PRD, acusara de vulgar e intolerante. Ninguno de los líderes principales critica a Mouriño por la nacionalidad de sus padres o por nacer en Madrid.
Sí abundan las referencias a la rapidez con la cual se enriqueció una familia que llegó en 1978 y se piden aclaraciones sobre la forma en que recibieron las 40 concesiones de Petróleos Mexicanos para instalar lucrativas gasolineras. A Juan Camilo le imputan posibles conflictos de interés y se le pide que enseñe los documentos para confirmar que cumplió con los requisitos legales para ocupar su cargo. Exigencias sin olor a xenofobia.

En México sí hay abundantes casos de xenofobia contra "gachupines", "gringos", "chales" o sudamericanos; y en algunos casos se llegó a linchamientos y ejecuciones. Sin embargo, las encuestas de opinión muestran cómo se han debilitado esas actitudes. En estos momentos la sociedad tiene sentimientos más favorables hacia España que hacia el resto de los países latinoamericanos. Ese país se ha convertido en lugar de especialización para 5 mil 300 jóvenes que han transformado a España en el lugar europeo más preferido (ya está en segundo lugar después de Estados Unidos). El comercio y la inversión se duplicaron en el último sexenio y no paran de crecer. Sólo en el Distrito Federal viven actualmente unos 66 mil españoles. Transformaciones causadas, en buena medida, por la irreversible apertura de México al mundo. Después de todo alrededor del 20 por ciento de nuestra población vive en el extranjero.
Debe distinguirse la xenofobia de ese nacionalismo oportunista que critica al extranjero para obtener alguna ganancia. El PRI fue maestro de ese oficio porque incendiaba la galería con denuncias contra quien se entendía en privado. En el siglo XXI el máximo exponente ha sido Hugo Sánchez, quien llegó a entrenador de la Selección Nacional criticando al "extranjero" Ricardo Antonio Lavolpe porque le quitaba oportunidades a los paisanos. Exacerbó algunos ánimos, es cierto, pero nadie se lo tomó demasiado en serio porque era obvio su patriotismo de oropel. Va un botón de muestra. En lugar de utilizar sus trofeos más preciados, los "Pichichis" conquistados en España, para construirse un obelisco en donde el pueblo pudiera venerarlo, decidió donarlos al Real Madrid el club a donde vuelan sus ilusiones. Si su patriotismo fuera consistente debió regalar los "Pichichis" a su club de origen, los Pumas de la UNAM.
Dicho esto, sí existe el potencial para que florezcan actitudes antiespañolas. La izquierda resintió la forma tan apresurada como el gobierno socialista español reconoció la victoria de Felipe Calderón y el nombramiento de Mouriño se dio cuando sigue retumbando el caso Aristegui.
Esos hechos podrían convertirse en preámbulo a la xenofobia porque la historia todavía pesa, porque en los últimos años ha crecido la presencia española en México y porque, seamos honestos, es posible documentar la voracidad de algunas empresas españolas que se aprovechan de la corrupción oficial para abusar de los consumidores. En su descargo debe agregarse que imitan a las mexicanas porque los consumidores estamos indefensos por la claudicación de un Estado timorato. Llevando el razonamiento al extremo nuestro dilema es si deseamos ser esquilmados por la mexicana Telmex o por la española Movistar.
Una paradoja del caso Mouriño es que la prensa española fue la más entusiasta promotora de los detalles que alimentan las suspicacias. Ellos son los que discutieron si Juan Camilo es madrileño o gallego; ellos son quienes toman a los Mouriño como una reencarnación del "mito del indiano": el inmigrante que al ritmo de las "habaneras" se fue a América con una mano delante y otra atrás, que logró fortuna y que regresó al terruño a presumirla. En este caso el papá dellamante secretario de Gobernación se dio el gusto de comprarse un equipo de futbol -el Celta de Vigo.
La izquierda mexicana tiene mucho de criticable y el PRD debería utilizar el caso Mouriño para deslindarse de la xenofobia de algunos de sus militantes. Sin embargo, es poco serio endilgarle acusaciones sin fundamento que en algunas frases parecieran los desahogos de entripados ideológicos.
Es previsible que en el futuro se escudriñen con más cuidado las prácticas de los inversionistas españoles en México y, dependiendo de lo que se encuentre, podrían alimentarse los resentimientos adormilados contra el extranjero depredador. Pero eso forma parte del centenario problema de un país que sigue permitiendo la explotación inmisericorde de las mayorías por unas minorías de mexicanos... y extranjeros.

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