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LE NOUVEAU GOUVERNEMENT MEXICAIN EST ENTRE EN GUERRE SAINTE CONTRE SON PROPRE PEUPLE. ARRESTATIONS ARBITRAIRES D'HOMMES POLITIQUES COMME DE SIMPLES PASSANTS QUI AVAIENT LE MALHEUR DE SE TROUVER AU MAUVAIS ENDROIT AU MAUVAIS MOMENT, GENERALISATION DU VIOL DES PRISONNIERES, DE LA TORTURE Y COMPRIS SUR DES ENFANTS DE HUIT A DOUZE ANS , CENSURE DE TOUTE OPPOSITION... LA LUTTE NE FAIT QUE COMMENCER. El nuevo gobierno mexicano a entrado en guerra santa contra su propio pueblo. Imposición, traición, doble discurso, ruptura del pacto social, ningún respeto por los derechos humanos con la consiguiente tortura, prisión, muerte de luchadores sociales e inocentes. Censura y desprecio por la cultura y la educación.... LA LUCHA COMIENZA.

lundi 23 avril 2007

Julio Verne

Siempre


El México que imaginó Julio Verne

Mary Carmen Sánchez Ambriz

El padre de Julio Verne deseaba que su hijo primogénito siguiera sus pasos y ejerciera como abogado. No obstante, éste prefirió dedicarse a la literatura. Y lo que en su momento fue un camino sumamente criticado, con el tiempo se convirtió en una revelación. En sus inicios las novelas de Julio Verne fueron el resultado de un proyecto educativo diseñado por su editor, el sansimoniano J. Hetzel, y dirigido a la formación de jóvenes franceses. Este plan editorial consistía en despertar el interés por la ciencia, divulgar los conocimientos científicos, y abordar valores como la solidaridad, la fraternidad y la justicia, entre otros. Verne se convirtió en un guía del conocimiento, del espacio, la mitología y la razón; de tal forma que sus novelas responden a esa llamada positivista que inundaba a la literatura de finales del XIX. Sin embargo, Los viajes extraordinarios no sólo se volvieron relevantes por la difusión del saber científico sino que se convirtieron en la punta de lanza de un tipo de novelas sólidas, intrépidas, amenas, que cautivaron a no pocos lectores.
De aquella serie, quizá la más conocida es la que relata las aventuras del profesor Aronnax a bordo del submarino Nautilus. El libro recoge en primera persona las impresiones del mentor, que parte al encuentro de lo que él cree un imponente cetáceo y se topa con una insólita nave, ideada y construida por un extraño personaje, el capitán Nemo —“nadie” en latín—. Durante su travesía por el Nautilus, Aronnax, guiado por Nemo, penetra en muchos de los secretos del océano, recorrerá espacios que nunca imaginó: bosques submarinos, enormes perlas, erupciones volcánicas bajo el agua, un túnel que une al Mar Rojo con el Mediterráneo, un tesoro hundido en la bahía de Vigo, el Polo Sur, pulpos gigantes y hasta las ruinas de la Atlántida.
El capitán Nemo tiene el siguiente lema: Mobilis in mobili —móvil en lo móvil—, errante en el agua que no cesa de fluir. Es un viajero nato que no descansa nunca, como tampoco descansó la pluma de Verne con decenas de libros. Al final, la travesía submarina de Nemo es como la de Gilgamesh, Gulliver y Ulises, y como todos los viajes prodigiosos. Tras las claraboyas del Nautilus, atisbamos una imagen sutil de la realidad.
En tierra azteca
En sus narraciones logró vislumbrar inventos como el submarino, el aeroplano, la televisión y los viajes a la luna; también su imaginación lo llevó hasta lugares sobre los que jamás pensó que iba a escribir, entre ellos México.
Hay dos obras que Verne sitúa en nuestro país: Un drama en México: los primeros barcos de la marina mexicana (1851) y El eterno Adán, novela que se publicó después de su muerte, ocurrida el 24 de marzo de 1905. Cabe señalar que el escritor nunca cruzó el Atlántico —de hecho su campo geográfico fue muy limitado, no así su imaginación.
La primera obra mencionada se publicó alguna vez con un prólogo de Carlos Monsiváis, en donde se señalan los aciertos de Verne y los errores u olvidos geográficos que presenta el texto en su recorrido de Acapulco hasta las faldas del Popocatépetl.
Un drama en México cuenta el amotinamiento de las tripulaciones “mal alimentadas, apenas pagadas, agotadas de fatiga y aburrimiento” de La Constanzia y El Asia, naves españolas que hacían escala en la isla de Guam, tras seis meses de travesía. Los personajes apenas esbozados representan diversos valores y no se juzga la acción de que los navíos, tras el triunfo de la rebelión, fuesen llevados a México, sino la traición de las tripulaciones a sus comandantes, de acuerdo con los códigos de valores de los hombres de mar. Sin embargo, no deja de ser notorio que esa rebelión sea casi una emulación de las acciones que los insurgentes hispanoamericanos han realizado con respecto a España, a la que de algún modo estarían también traicionando.
La Constanzia era comandada por el capitán Orteva y El Asia por don Roque de Guzuarte, que tienen que enfrentar la sorda insubordinación de sus hombres, encabezados por el teniente Martínez, “quien había comprometido su dignidad de oficial”, y José, El Gaviero, “hombre vil y despreciable”. Estos personajes, cuyas razones nunca son explícitas, planean hacerse con las naves y llevarlas a puerto mexicano, donde “la nueva confederación (...) nos comprará nuestros navíos a cualquier precio”. A ellos se oponen, pero silenciosamente, Pablo, el aspirante a teniente, protegido desde su niñez por el capitán Orteva, y el “honesto contramaestre” Jacopo. La rebelión, presiente Orteva, es casi inminente, pero pide a Pablo que en caso de que ésta triunfe y él muera, asuma la venganza como un deber patriótico, “tú me vengarás para vengar a España”. Finalmente, el motín triunfa y los barcos son llevados al puerto de Acapulco, desde donde los traidores marchan hacia la Ciudad de México para cerrar el trato.
Por raro que parezca, la marcha la hacen a pie y por zonas apenas pobladas, donde son recibidos con indiferencia y hostilidad. Pablo y Jacopo desaparecen, pero en ciertos sucesos desgraciados por el camino se hace suponer que ellos marchan también por la misma ruta en espera del momento propicio de la venganza, la cual acontece en territorios de una naturaleza exuberante y misteriosa, al pie de las montañas emblemáticas de México.
Como señala José Iturriaga, hay ciertas incoherencias en los trayectos y en la flora y fauna de la zona, que tienen que ver con el relativo desconocimiento de la geografía del país, pero que funcionan muy bien para crear el ambiente de angustia y misterio que culminan con el final de los traidores.
Otra parte interesante es la descripción de los mexicanos y de sus mujeres de “hermosos contornos”, aunque sobre el carácter y productividad de sus habitantes no se tenga un buen juicio, pues desde la perspectiva de Verne, que vive en un país en auge económico e industrial que transforma a su sociedad a ritmos asombrosos para su época —él mismo, antes de convertirse en novelista, fue corredor de la bolsa—, México es un país dominado por la pereza y la cobardía.
El viaje de Acapulco a la Ciudad de México pasa por ciudades como Taxco, donde nuestros personajes no se dan tiempo para ir siquiera a Santa Prisca, pero donde tienen una comida con “vísceras de pollo nadando en un océano de salsa de chile verde”, la cual, desde luego, “es una comida suculenta para paladares indígenas”, que acompañan con una especie de “crepas de maíz”. Ya cerca de México, por el Paso de Cortés, Martínez y José El Gaviero son alcanzados por su destino, en forma de venganza, la cual es ejecutada por Pablo y Jacopo, ante el viejo Popocatépetl, que muy poco científicamente parece arrojar “los fuegos vengadores del infierno”.
Un drama en México es la novela pionera de una larga saga, en la que convivirán las pasiones humanas con los artificios de un nuevo siglo, y se confrontará el pensamiento positivista con la mentalidad mágica de regiones tropicales, que seguirán deslumbradas durante largo tiempo con misterios como los del hielo.
¡Alerta, tsunami!
El eterno Adán se publicó en 1910, cinco años después del fallecimiento de Verne. La novela se sitúa en El Rosario, Sinaloa, una ciudad minera. Pero en El Rosario no hay mar, se encuentra varios kilómetros más adelante hasta Chiametla. Verne se convierte otra vez en visionario al hablar de una catástrofe. Al leer El eterno Adán puede parecer que Verne tenía noticias de que una tragedia como el Tsunami ocurriría tarde o temprano. La diferencia es que no se desarrolla en Asia. El mar devora la tierra. Escribe: “Los ojos habían descubierto que las montañas ya no existían y que México fue tragado por las aguas. En su lugar sólo hay un infinito desierto, el árido desierto del mar”.
En dicha historia no sólo desaparece el territorio nacional, también todo el continente americano. Afortunadamente se salvan unos cuantos pasajeros de un viejo barco, y deben fundar la civilización como lo hicieron en su momento Adán y Eva. Hay quien duda si en verdad Julio Verne escribió El eterno Adán. Según Herbert Lottman, uno de los biógrafos más reconocidos de Verne, fue su hijo Michel Verne quien lo dio a conocer por primera vez en la Revue de Paris —y más adelante en una recopilación de textos breves bajo la firma de Julio Verne que lleva el nombre de Ayer y mañana—. Lottman acusa a Michel Verne de atribuir a su padre un cuento suyo, mas en varios documentos figura el nombre de Julio Verne relacionado con ese libro póstumo.

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