El rey del pop?
Lo malo fueron esas comprensibles, aunque paranoicas, ansias por mantenerse per secula seculorum en una eterna juventud blanca.
Sí; no exagero, ni miento. Michael Jackson, llamado equívocamente Rey del Pop en toda Falsimedia (lo que se entiende por pop en USA, tiene matices diferentes en España), cuando no era en realidad sino un excelente representante de aquel remozado rythm and blues, que se gestó a comienzos de la década del 80 en el pasado siglo, ha caído fulminado por un corazón roto, que dirían mis amigos del dúo cubano Buena Fe (lo más fresco de la música cantada en español en el siglo XXI). Sin embargo, el muerto ya había sido víctima de su propia inocencia, al haberse creído un Dios intocable, al que la Parca no derrotaría jamás.
Esa convicción interna de su propia inmortalidad, le llevó a jugar con su organismo como quien se divierte con la plastilina; desde querer renunciar a la negritud externa, pasando por decenas de operaciones de cirugía estética, que le dejaron con la apariencia de un zombie con la cara de Eduardo Manostijeras, para llegar al ludibrio esquizofrénico cuando se rodeaba de niños a los que succionar su insultante frescura, o sodomizarles, que viene a ser algo parecido, en su irrefrenable locura de mantenerse incólume ante el paso inexorable del tiempo.
Las grandes virtudes que promueve american way of life (egoísmo, avidez por el dinero, lujuria barata, consumismo enfebrecido, soberbia e incultura), hicieron de él una de las personas más ricas del mundo, pero uno de los muertos vivientes más dolorosos que se han contemplado, en la historia de lo que los anglosajones definen como pop music, cuyo sentido peyorativo me niego a aceptar en el presente caso. Si en algo se distinguió el menor de los Jackson, fue por demostrar con sus discos y clips muchas de las grandes virtudes artísticas de la comunidad negra; pasión, sentido del tempo, de la danza, afinación y personalidad.
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