Calderón: delincuencia y despropósitos
En una inopinada reiteración de sus exhortaciones para el combate a la delincuencia, el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, exigió ayer a la sociedad en general, a los medios informativos, y a los poderes Judicial y Legislativo, respaldo a sus estrategias de seguridad. Entre otras cosas, “exigió” a los ciudadanos que “no sean cómplices de la ilegalidad” y que denuncien los delitos; dijo que el Judicial “tiene” que emprender una transformación para “cerrarle el paso a la impunidad”, sugiriendo que es responsabilidad exclusiva de ese poder el hecho de que delincuentes como el presunto asesino material del jefe policiaco Edgar Millán se encuentren fuera de la cárcel a pesar de su trayectoria criminal.
Por añadidura, el gobernante “exigió” a los medios informativos que “manifiesten y divulguen las acciones” gubernamentales que “están deteniendo la estructura de los criminales, que es una estrategia que busca sembrar terror, es una estrategia compartida por los propios medios de comunicación” (sic), y a renglón seguido lanzó una acusación absurda e inaceptable: “quienes insinúan que el gobierno se haga para atrás en esta estrategia son, precisamente, quienes buscan que nosotros abandonemos a periodistas, a ciudadanos, a empresarios, a agricultores, a jóvenes, a la suerte y a las garras de la delincuencia”. (...)
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Julio Hernández López
¿Ya basta?
■ Abandono, cobardía, complicidad...
■ ¿Congruencia o solapamiento?
Felipe Calderón insiste en culpar a otros de que no le salgan bien las cosas que ha decidido por sí mismo, sin concurso ni consenso sociales. Obstinado en una “guerra” contra el narcotráfico, que histórica y económicamente está sabidamente perdida, el general de cuatro estrellas de duración sexenal dispara políticamente en redondo contra todos los que supone debieran ser sus aliados, pero percibe distantes e incluso obstructores: Felipe, su ejército y su guerra van contra los otros dos poderes, a los que entienden subordinados y administrativamente sujetos a regaño (los legisladores no hacen buenas leyes y los jueces dejan salir de las cárceles a criminales confesos); contra los medios de comunicación (a los que exige se conviertan en aplicados voceros voluntarios de las “buenas nuevas” gubernamentales y no sean divulgadores del terror y la barbarie nacionales), y contra los ciudadanos en general, a los que demanda que no sean “cómplices de la ilegalidad” y sí, en cambio, se conviertan en puntuales denunciantes de delitos y operaciones criminales. (...)
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