Primero van por el "tesoro profundo" y luego por las playas someras
La repúbica
Después de vender Pemex
Júrelo, vienen
las playas
Humberto Musacchio
Los mexicanos de cincuenta y más años vivimos con la convicción de que el país avanzaba. La idea de progreso se materializaba ante nuestros ojos en la movilidad social y en un lento y desigual pero comprobable mejoramiento de las condiciones generales de vida.
Contribuían a dar esa certeza instituciones como el Seguro Social, el ISSSTE o la Conasupo. Con ellas, como garante de nuestro desarrollo independiente, estaba Pemex, empresa que nació de una gesta patriótica que cada 18 de marzo conmemorábamos con legítimo orgullo.
El culto a Lázaro Cárdenas y el orgullo por la riqueza expropiada no menguaron ni siquiera en el echeverriato, en los días en que México importó combustibles; se reafirmaron durante el sexenio de José López Portillo, cuando vivimos el espejismo de una prosperidad que benefició a políticos ladrones y a empresarios protegidos por el gobierno.
En la gran crisis de los años ochenta, para todos quedó claro que nos salvó el petróleo, pues incluso quedó embargada en Nueva York la factura petrolera. La deuda externa dejada por José López Portillo era enorme, pero aún así fue incrementada alegremente por Miguel de la Madrid, por Carlos Salinas y su despreciable sucesor, quien disfrazó el endeudamiento haciendo que Pemex asumiera los costos mientras sometía a la empresa a un régimen fiscal expoliador, mecanismo que los presidentes panistas llevaron a extremos delirantes.
La fórmula de cargar de altísimos impuestos a Pemex permitió al fisco allegarse los fondos que no podía cobrar de otras fuentes; en buena medida por la incapacidad de Sistema de Administración Tributaria, que persigue a los causantes cautivos y tiene todo dispuesto para favorecer a los tiburones.
Con una economía estancada durante un cuarto de siglo, con un reparto de la riqueza cada día más injusto y una mayor dependencia política de Washington, lo único que se le ocurre a la derecha es vender las joyas de la familia con la amenaza de que las hijas pueden perder el tesorito si el vecino mete su popote donde no debe. Más adelante, júrelo usted, empezarán a vender pedazos de territorio nacional, como las playas de Baja California, con el pretexto de que los mexicanos no tenemos capacidad para aprovechar esa riqueza.
El propósito del gobierno panista es vender Pemex. Lo hace porque seguramente debe favores originados en el cochinero electoral de 2006 y porque el patriotismo es un concepto ajeno a su mentalidad de mercachifle. Pero, ¿lo permitiremos los mexicanos?
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