Estamos curados de espanto
Dinero
Enrique Galván Ochoa
■ Calderón se impacienta, quiere asustarnos
Se impacienta Calderón: sus tres operadores estrella en el asunto de la mal disimulada trampa de privatizar Pemex no están dando resultados. El secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, supuestamente iba a servirle de alfil en el tablero de las negociaciones, sin embargo, el temprano escándalo del Ivangate le ha restado capacidad de maniobra. La secretaria de Energía, Georgina Kessel, tampoco está sirviendo a sus fines; maneja un lenguaje oscuro que no le llega a la gente –su exposición del diagnóstico ante legisladores priístas degeneró en pitorreo– y al director de Pemex, Jesús Reyes Heroles, le pesan los apellidos. Es inconcebible que defienda posiciones antinacionalistas que su padre combatió frontalmente. Así que Calderón en persona tuvo que salir a defender el negocio, porque se le anda cayendo de las manos. Asistió en Cancún a la II Reunión de Ministros de Energía de África, Latinoamérica y el Caribe, y desde ahí lanzó el mensaje de que sería una catástrofe no tomar las decisiones para modificar el marco regulatorio de Pemex. ¿Catástrofe para quién? ¿Para las trasnacionales que quieren adueñarse del petróleo y sus socios de la clase política mexicana? Eso de la catástrofe ya lo habíamos escuchado allá por los años 90, cuando la crisis bancaria; precisamente Calderón lo dijo, y hoy en día 90 por ciento del sistema bancario está en manos de extranjeros. Ya estamos curados de espanto.
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