Mal tercio
Columna: Asimetrías
La Celebración
por Fausto Fernández Ponte
I
Los mexicanos celebramos como uno solo los aniversarios del Grito de Independencia de los novohispanos con respecto a los españoles, dado por Miguel Hidalgo ante lugareños de Dolores.
Ése fue un momento seminal de nuestra historia que, empero, no fue súbito, sino gradual: secuencia larga de interacciones de agentes de índole varia —económicos y políticos, sociales y culturales—.
Esas interacciones conformaban una realidad terrible: la mayoría originaria estaba condenada por España a un estado de "minoría de edad", envilecida en la miseria y vejada por las demás clases.
Sobre todas las miserias, los indios y las castas sufrían periódicamente el peor de los azotes: el hambre. Los impuestos draconianos tenían por fin financiar las guerras de la Corona en Europa.
Había, pues, descontento. Había muchos problemas sociales —esclavitud, desempleo, desigualdad, injusticia—, pero el más grave a inicios del siglo XIX era la explosión demográfica en las ciudades.
II
En algunas ocasiones, la plebe en las ciudades se amotinó y se fraguaron complots e intentos de rebelión apenas esbozados. Ninguno, empero, prosperó. El proletariado carecía de conciencia.
Y, por ende, también carecía de organización. Más no pocos novohispanos —desde los criollos o hijos de españoles nacidos aquí, hasta las castas e indios— tenían conciencia de esa realidad.
La guerra de independencia por venir tenía precursores. Pero faltaba la coyuntura favorable, la cual se dio en 1808 al invadir Napoleón a España y huir el rey Carlos IV y su hijo y sucesor Fernando.
Esos españoles, al verse abandonados por sus monarcas, se organizaron en juntas locales de gobierno. Y resistieron a los invasores franceses y al rey José Bonaparte, hermano de Napoleón designado por éste.
Noticias de esos sucedidos llegaron a la Nueva España y ello atizó la fogarata de inquietudes de los novohispanos: éstos tomaron conciencia de que podrían sacudirse el yugo de la Corona de España.
III
Lo que ocurrió después —de 1810 a 1821— es sabidísimo. Hidalgo y, luego, José María Morelos y muchos otros encabezaron la lucha armada por la independencia, hasta consumarla.
Hoy los mexicanos celebramos ese hito. Pero no huelga mencionar que esta celebración "en paz" y "en unidad" —según el espurio gobierno de facto— no oculta una realidad insoslayable: nuestra división.
Ello se vio en el Zócalo, la noche del 15 de septiembre, aunque los medios difusores hertzianos e impresos no lo hayan consignado. La gran plaza fue dividida en dos segmentos por barreras metálicas.
En un segmento, el de menor espacio —un tercio de la plaza—, una multitud afín al Presidente de Facto; en otro, otra muchedumbre, más gruesa, que escuchó y coreó el "grito" dado por Rosario Ibarra.
Doña Rosario, luchadora social, activista contra la represión del Estado mexicano a disidentes, hoy Senadora de la República, aludió a los desaparecidos con un estentóreo "¡viva! coreado por la gente.
Al hijo de doña Rosario, Jesús, el Estado lo desapareció en la década de los setenta. Pero el Estado continúa esa criminal y execrable práctica. Ominosamente, el número de desaparecidos aumenta.
Glosario:
Explosión demográfica: crecimiento dramáticvo de la población.
Novohispanos: havbitantes de la Nueva España.
Secuencia: desarrollo de una consecuencia. Sucesión de sucedidos o de elementos encadenados entre sí.
Súbito: de repente. inesperadamente.
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