Calderolandia
Gobierno virtual
Apoyado en un trípode que se desea mágico, Calderón, el presidente del oficialismo, se ha lanzado sin titubeos a la construcción de un gobierno virtual. Uno de los sostenes, el principal, lo ha encontrado en el sistema de comunicación masiva, en especial los medios electrónicos. El segundo, usado con urgencia desde los días inaugurales de su periodo, ha sido el Ejército, cuyo cometido entró en rendimientos decrecientes. Y, el tercero, lo forma un conjunto nada envidiable de propagandistas, algunos hasta de reconocida calidad intelectual, que ya deslizan halagos, revestidos de juicios independientes, donde encuentran cualidades y logros: Felipe, el michoacano serio y eficaz, concluyen. Pero todos esos factores, en solitario o en sus distintas combinaciones, poco pueden hacer para afectar la cruenta realidad en que se debate la República.
La pretensión de obtener el reconocimiento y la aprobación de la ciudadanía, cuando se busca con artilugios y atajos, conduce a crisis recurrentes y a la pérdida de credibilidad. El peso brutal de los problemas arrumbados y las carencias soslayadas que enfrenta la población resaltan de inmediato frente al manipuleo artificioso a través de los medios. Influir en la conciencia colectiva mediante golpes de fuerza, montajes espectaculares o razonamientos forzados para cualquier ocasión se nulifica y cae en el pozo sin fondo del descrédito popular con el paso de los meses. Ningunear esa densa cotidianidad plagada de carencias, de angustias, de falta de oportunidades en que se debate la nación es aceptar, por la vía corta, el riesgo de la disfuncionalidad.
Trabajar con ilusiones televisivas como método comunicativo es abusar de la paciencia ciudadana y menospreciar la inteligencia popular, crecientemente despierta, informada, crítica. Suponer que la complejidad de la realidad puede disfrazarse con una dosis de optimismo voluntarista es caer en la tontería foxiana de los paisajes idílicos tan nocivos como indignos. La cotidianidad es necia, duradera, con un cuerpo pastoso y elástico que se prolonga a pesar de los intentos por ocultarla, por desvanecerla con trancazos propagandísticos. La vida del país entero se debate en medio de privaciones, olvidos, horizontes cerrados, derroches y ofensas varias tras el cuarto de siglo de un crecimiento tan mediocre como injusto que amenaza con su continuidad forzada.
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