Como historiador que es, Maderito debe valorar ser la cabeza de la administración más corrupta en la historia de Monterrey.
En este link la informacion: http://www.reporteindigo.com/web/monterrey/edicionU1/
La historia de EEUU es tan rica en movimientos sociales y protestas de colectivos disidentes como en estrategias políticas y legales que con el fin de acallarlos se encuentran a un paso de criminalizarlos, aunque pocas veces tienen presencia en los medios de comunicación. |
Si ya militar en ellos no es tarea fácil en EEUU, el sistema se ha sabido dotarse de importantes leyes o medidas que sirven para coartar todo aquello que la primera enmienda dice defender. Valiéndose de argumentos como «mantener el espacio público, la seguridad pública, prevenir la violencia, o la amenaza de ésta, o la defensa de la propiedad», expresarse en las calles en contra de determinadas políticas públicas o en demanda de derechos se ha convertido en una difícil apuesta.
Tras el 11-S y en pleno desarrollo de las teorías neoconservadoras, el impulso a las medidas reaccionarias desde diferentes estratos del poder ha sido evidente. Hoy día, amparándose en esos argumentos «preventivos», limitar los derechos de reunión o expresión es una tarea más sencilla. Todo ello sin olvidar las otras dos cartas que guarda siempre al Gobierno, el recurso a la represión policial o la utilización del sistema judicial para imponer sanciones severas.
Poco después de los ataques del 11-S, diferentes prisioneros políticos en las cárceles de EEUU fueron sometidos a un régimen de aislamiento durante días. Más tarde se produciría la aprobación de la «Patriot Act», que abrió la puerta a toda una avalancha de medidas y sanciones para criminalizar a buena parte de la disidencia estadounidense.
La historia del país muestra una rica experiencia de movimientos y campañas sociales que han salido adelante pese a las trabas oficiales y a los obstáculos creados para frenarlas. Los primeros años del siglo veinte mostraron buena parte de esas experiencias. La huelga de los trabajadores textiles en 1912 en Massachusetts fue un importante logro que posibilitó una organización laboral sin precedentes en EEUU. Unos años más tarde, la defensa de los derechos civiles que se visualizó en forma de marchas silenciosas, como la de Nueva York de 1917 para protestar contra una masacre ocurrida en el sur y los continuos linchamientos de negros. Este tipo de protestas resurgieron con fuerza en los años 60 en torno a las mismas demandas, el fin de la segregación «cuasi legal» de la población negra de EEUU.
A comienzos del siglo XX se produjeron también las protestas del Partido Nacional de las Mujeres, que exigían una reforma constitucional que les reconociera el derecho al voto. Ése fue el germen de un poderoso movimiento que también resurgió en los 60, y que tomó cuerpo en torno al Movimiento de Liberación de la Mujer en 1968.
Otro sector que históricamente ha logrado articular importantes movimientos sociales es el que formado en torno al rechazo a las guerras promovidas por los diferentes gobiernos estadounidenses. Si en la década de los 60, la guerra de Vietnam movilizó a los universitarios, a las clases medias de los suburbios, a trabajadores y a grupos de ex soldados, y se sucedieron las marchas, conciertos, mítines... Ya en pleno siglo XXI ha surgido con fuerza otro movimiento, el contrario a la guerra y ocupación de Iraq, aunque no ha logrado articular las masivas protestas de décadas anteriores.
Recientemente, las manifestaciones contra la globalización reunieron a miles y miles de personas, pero una vez más su organización y el impulso inicial se ha ido desinflando con el paso de los años
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par Patrice Gouy
Article publié le 19/09/2008 Dernière mise à jour le 20/09/2008 à 21:22 TU
L’attentat du 15 septembre, lors de la fête nationale, dans la capitale de l’Etat du Michoacán, où deux grenades ont explosé dans la foule tuant une dizaine d’innocents et en blessant une centaine, a sérieusement ébranlé la société mexicaine. Jusqu’alors les Mexicains considéraient la guerre contre les cartels de la drogue comme une affaire entre les forces de l’ordre et les trafiquants.
Les Mexicains ont dit « Ya basta » et réclament de profonds changements dans la société.
(Photo : Patrice Gouy / RFI)
Il aura fallu le lamentable attentat dans une foule innocente pour que les Mexicains prennent conscience qu’ils sont collectivement responsables de la violence qui se déchaîne dans leur pays. Il y a 30 ans, le président José Lopez Portillo lançait sa campagne électorale avec le slogan : « la solution, c’est nous », en invitant les Mexicains à redoubler d’efforts pour moderniser leur pays. Aujourd’hui, certains proposent un nouveau slogan : « la corruption, c’est nous ». Ce déclic dans la population fait suite à une série d’événements : l’enlèvement et l’assassinat d’un enfant de 14 ans, l’annonce de 3 500 assassinats depuis le début de l’année, 12 corps décapités dans l’Etat tranquille du Yucatan, 21 personnes assassinées d’une balle dans la tête dans un parc naturel près de Mexico, la découverte de 24 millions de dollars dans une planque d’un cartel. Cette accumulation a créé une sorte d’uniformité de tous les citoyens qui répudient cette violence d’une manière républicaine : en descendant dans la rue pour dire Ya basta !, ça suffit !
« Le cartel de la famille Michoacan a une certaine aura chez les habitants, il leur propose de se substituer à la police. »
Une nouvelle perception
Devant l’horreur, ils semblent avoir pris conscience qu’ils ont une part de responsabilité. Tant que la violence touchait les autres, il y avait une certaine réticence à intervenir. Chacun pensait que les enlèvements, les extorsions étaient dus à la malchance, topique d’un fatalisme bien mexicain : rationaliser les choses, mesurer les risques et les avantages de vivre dans tel ou tel quartier, de sortir la nuit, etc. « On apprend vite à vivre avec l’ennemi et à s’en remettre à la volonté divine, explique Claudia, dont le fils a subi un enlèvement express à 7h du matin alors qu’il partait à l’école. On croit tous en notre bonne étoile, qu’il suffit de marcher la nuit au milieu de la rue pour ne pas se faire attaquer ou qu’en appelant un radio-taxi on arrivera plus sûrement à la maison ».
A aucun moment, les Mexicains n’ont voulu attribuer cette montée de la violence à l’absence d’un Etat de droit. Plutôt que d’exiger l’application des lois, ils ont appris à « s’arranger » avec la police et les autorités. Aujourd’hui, l’attentat de Morelia change la donne. Pour la première fois, la société est confrontée à un acte terroriste qui oblige les Mexicains à changer leur qualité de citoyen pour celle humiliante de victime. Ils se retrouvent pris dans un engrenage, ce que l’écrivain Carlos Monsivais appelle le « monologue des armes ».